viernes, 11 de marzo de 2016

Ahora, hasta el próximo.



Ya ha pasado el 8 de marzo, y todos, o casi todos, hemos sido muy feministas en estas fechas: hemos ido a la manifestación; hemos asistido a alguno de los actos celebrados con motivo de dicho día; nos hemos indignado con las desigualdades que sufren las mujeres. Hay que reconocer, sin embargo, que algunas entidades no han comprendido el asunto, ya que, por ejemplo, el Betis F.C., en un alarde de feminismo desbordante, mostró su camiseta dedicada al día internacional con un acusado por violencia de género en sus filas. En fin, que todos, o casi todos, estamos muy satisfechos con nosotros mismos,  y encantados de habernos conocido por lo solidarios que somos, y por nuestra aportación a la causa de la igualdad de las mujeres.

Pero ahora ya se han terminados las conmemoraciones y llega el día a día, donde la mujer tiene una doble jornada,  la laboral y la doméstica. En la laboral, está peor  pagada que sus compañeros masculinos, tiene más precariedad que ellos, con jornadas que, al menos en el contrato, son a tiempo parcial en la mayoría de los casos, y con probabilidades de sufrir acoso sexual. Y, aún así, siempre tendrá detrás el latiguillo de: “Estás quitando un puesto de trabajo a un hombre que lo necesita para sacar adelante una familia”.

Y si ya pasamos al plano doméstico, la situación, no varía demasiado, e, incluso en algunos casos, empeora, ya que, además de los problemas que sufre en el ámbito laboral enumerados en el párrafo anterior, debe de sufrir una doble jornada impuesta por los roles sociales, pues, generalmente, el compañero, en el mejor de los casos, “ayuda” pero no comparte las tareas domésticas.

Y nos encontramos con que no hemos entendido nada: tratamos la fecha como una celebración; la confundimos con una fiesta; felicitamos a las mujeres; les regalamos flores; los comercios hacen descuentos en artículos de lencería y cosméticos; los jefes felicitan a las empleadas con palmaditas cariñosas. Todo parece de color de rosa.

¿Nadie se pregunta sí hay algo que celebrar?, ¿No hay más cosas para reivindicar y luchar que situaciones para felicitar?, ¿Se ha acabado con la explotación laboral de las mujeres?, ¿Se han equiparado los sueldos?, ¿Se ha avanzado en la conciliación efectiva?, ¿Han dejado de existir los problemas con las bajas maternales en el seno de las empresas?, ¿Se comparten las tareas domésticas?, ¿Las mujeres ya no son las cuidadoras principales de los niños y los enfermos familiares?

Entonces, ¿Qué hay que celebrar? ¿Sólo nos tenemos que mostrar solidarios el día ocho de marzo y ya cumplimos? Permitidme que use la frase de una amiga, que cada año utiliza después de los fastos navideños: “¡Se acabó la navidad, a la mierda los pastores!”. En este caso, adaptado a la conmemoración de la fecha y a la solidaridad.

Publicado en El Periscopi el 11 03 2016

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