viernes, 2 de septiembre de 2016

La lengua



Vivimos en la cultura de lo light (así con anglicismo ya que, visto lo visto), aunque el nombre más adecuado sería: la cultura de los sucedáneos y de la desnaturalización, pues tomamos mayonesa sin huevo, café sin cafeína, leche sin grasa, refrescos dulces sin azúcares, y un sinfín de despropósitos de esta misma índole. Tan metidos estamos en esa cultura, que se firman pactos contra la corrupción en los que no se toman medidas contra ella, y se redefine el concepto con el beneplácito de una parte muy significativa de los partidos con una gran presencia en la Cámara de los Diputados, formaciones que pretenden la investidura del Sr. Rajoy como Presidente del Gobierno de la nación.

La Real Academia de la Lengua Española en su Diccionario recoge como cuarta acepción de la palabra corrupción la siguiente definición: “En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”. Pero la pregunta es ¿Qué pinta la Real Academia definiendo algo? ¿Acaso tenemos que hacer más caso a los académicos?

Si PP y C’s definen lo que es corrupción con unos criterios diferentes de los de la Real Academia de la Lengua, ¿A quién tenemos que hacer caso, a los elegidos por unos millones de votantes, o a un pequeño número de personas cuyo único mérito es defender la cultura y la lengua, que además son intelectuales que son cooptados por ellos mismos? Si al menos fuesen deportistas de élite, especialmente futbolistas, que marcan tendencias de opinión con sus declaraciones aireadas en todos los medios…

¿Quién conoce a D. Víctor García de la Concha, que es su director honorario y cuya profesión es historiador de la literatura? Nadie. No sabemos si lee el Marca, ni cuál es su equipo de fútbol favorito. En cambio, del candidato a Presidente del Gobierno sabemos los deportes que le gustan, cuál es el equipo de futbol de sus amores, y que tiene una resistencia aguantando el tipo mientras suelta mentira tras mentira digna de algunos presentadores de ciertas televisiones.

Pero no solo el Director Honorario es un perfecto desconocido, ¿Qué decir del Director ejecutivo D. Darío Villanueva? Pues que nadie sabe cuál es su aspecto. Que, seguramente, no es tan guapo y ni tan elegante como el Sr. Rivera, que, además, lució cuerpo desnudo para evidenciar que no tenía nada que ocultar, aunque malas lenguas aseguran que tampoco tenía nada que ofrecer.

En conclusión, ¿Sirve para algo mantener toda la infraestructura de la Real Academia de la Lengua si vamos a cuadrar las definiciones a los intereses de los políticos? Seguro que sus salones, una vez desocupados por esa antigualla de la Academia, serían un excelente escenario para un nuevo Reality Show de Tele 5, que, a no dudar, tendría un éxito de público muy superior al que obtiene el trabajo que se desarrolla en la actualidad.


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