viernes, 12 de abril de 2019

¿Un paseíto?




La semana próxima es lo que se llama Semana Santa, a pesar de que también se podría llamar: la Semana de  unas Segundas Vacaciones (para quienes se las puedan permitir).

En principio, no tengo nada que objetar contra  esta semana de tantas connotaciones religiosas, y, aquilatando más aun, contra las procesiones que en nuestro país, y en algunos otros lleva aparejadas como son las procesiones.

Puedo comprender que el fervor religioso de los fieles católicos necesite realizar penitencia. Puedo comprender que algunos no tan fieles quieran lucirse con sus trajes kukuclanescos. Puedo comprender que son atractivo turístico, y sirven para mostrar que el medievalismo no solo permanece en calles, casas, e iglesias. Si no que también permanece en las mentes. Puedo comprender todos los argumentos que se utilizan para defender esta manifestación festiva – penitente- religiosa, y también todas las que se puedan utilizar en un futuro, pero…

Entiendo muy bien, y hasta cierto comparto, que quieran manifestar sus sentimientos religiosos, o bien escenificar el aspecto folklórico que tienen sus procesiones

Pero yo me pregunto ¿No tiene la Iglesia Católica de España sus propios recintos? Si, esos hermosos y monumentales recintos, muchos de ellos adquiridos por la Ley que les otorga el derecho a la inmatriculación (Ley de difícil encaje legal, y, ya de paso que estamos, por los cuales no pagan el IBI) con el suficiente espacio para dar todas las vueltas que les apetezca, y lógicamente, aprovechando la exención de impuestos, cobrar entradas para ver a personas cargadas de cruces y pesadas cadenas a los pies. Píenselo, que puede ser un buen negocio.

Repito, por si no ha quedado claro, no estoy en contra  de las procesiones, es más, he dado una idea para que las iglesias recauden más dinero. Lo que no me parece bien es la ocupación, en mi opinión de forma  abusiva, de lugares que son, o al menos deberían ser, de uso de los ciudadanos, creyentes de esa religión o de cualquier otra fe, e, incluso, de los agnósticos y de los impíos ateos.

No se debe olvidar que muchos ciudadanos, el único ejercicio que realizan diariamente es caminar, que es necesaria, según los médicos, esta práctica  para conservar la salud, y, que, además, tiene la virtud de no contaminar ni fomentar el calentamiento global.

Bueno, pues ese esparcimiento saludable viene alterado por las procesiones, ya que, además de tener que evitar muchas vías ocupadas por las cofradías y sus penitentes, tenemos el grave peligro de resbalar  y caer a consecuencia de los  rastros de cera que van dejando a su paso. Teniendo en cuenta que si una caída siempre puede tener consecuencias indeseadas en personas de edad, estas consecuencias pueden ser muy graves.

Además de estos problemas de ocupación de lugares públicos, y de los daños que pueden ocasionar en la salud, hay motivaciones económicas, a saber:

¿Por qué tenemos que pagar todos, católicos y no católicos, la limpieza de la mencionada cera?

¿Por qué la Sanidad pública, que también pagamos todos ya sean católicos como si no lo son, tiene que afrontar los gastos sanitarios derivados de las caídas?

Por favor, si alguien piensa que se justifican por la tradición religiosa, antes de escribir opiniones, que recuerda que quemar en la hoguera y de formas pública a herejes y brujas también se justificaba así. Gracias por atender a esta recomendación.

Y ahora un ¡Hasta luego!, que quiero aprovechar para dar un paseíto antes de que la semana que viene comiencen las procesiones.

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