sábado, 22 de octubre de 2016

Ahora dos


Se dice, y con mucha base, que: “Todo pueblo que quiere su independencia, al final la obtiene”. Entiendo que esto es verdad, pero creo que sería más correcto expresarlo del siguiente modo: “Todo pueblo que verdaderamente quiere su independencia, al final la obtiene”.

Por eso, creo que los ciudadanos nos deberíamos plantear las siguientes preguntas: ¿El pueblo catalán quiere, verdaderamente, su independencia?, ¿Por una parte, están siendo manipulados por la antigua C.D.C. en su intento de huida hacia adelante por los escándalos financieros de la familia Pujol y de algunos antiguos dirigentes más del citado partido?, ¿Acaso es una reacción natural contra la actitud, en mi opinión torpe, de los partidos que se auto titulan constitucionalistas?, ¿No sería clarificador hacer un referéndum pactado?

Si nos fijamos en las encuestas anteriores al gobierno del Sr. Rajoy, o, aún mejor, a en las realizadas tras la polémica sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut d’Autonomía, el número de catalanes que se consideraba sólo catalán y nada español rondaba entre un 10 y un 15 %. La gran mayoría se consideraban catalanes y españoles, con mayor o menor vinculación afectiva a una de las partes. Si esta consulta la realizáramos hoy, sin “cocinas” distorsionadas por partidismos espurios ¿Nos daría el mismo resultado? Estoy convencido, pero es una valoración muy subjetiva y no avalada por ningún tipo de datos empíricos, que la proporción actual de los independentistas estaría muy cercana al 50%.

¿Cuál ha sido la causa para este vuelco? Básicamente el sentimiento como pueblo de ser discriminados y perseguidos. Si nos fijamos en el que podríamos considerar como origen del vuelco, la sentencia del Tribunal Constitucional, encontramos una discriminación flagrante: artículos que fueron declarados inconstitucionales en su Estatut, pasaron sin problemas en los Estatutos andaluz y valenciano ¿No es un caso claro de persecución? Esto, apoyado por una propaganda, más o menos demagógica, en torno a la financiación de las autonomías y las transferencias recibidas, fue una verdadera fábrica de independentistas. Por no hablar de actitudes y comentarios de diferentes dirigentes del PP, como el Sr. Wert y su frase de:”españolizar a los niños catalanes”.

Pero creo que la más absurdo de la situación es la negativa del PP y del PSOE a dialogar con los independentistas en una rivalidad  por demostrar cuál de los dos partidos es más defensor de “la sagrada unidad de España”, judicializando cualquier discrepancia con los partidos catalanistas en vez de optar por el diálogo político, olvidando que, precisamente, su obligación como elegidos por los votos es resolver los problemas y discrepancias políticas. Con esa actitud se crea un enfrentamiento entre “políticos centralistas” y “políticos independentistas” que nos lleva a un enfrentamiento sin posibilidad de acuerdo.

Los independentistas han entrado en una espiral que no tiene vuelta atrás y que nos lleva a una ruptura en fecha muy próxima. Mientras tanto ¿Qué hacen PP y PSOE? Negarse a dialogar, e, incluso, descabezar a un Secretario General por intentar establecer un principio de acuerdo.

Esta actitud me parece que no lleva a ningún lado dada la posición actual de ignorar las sentencias dimanantes del anteriormente citado Tribunal por parte de los estamentos catalanistas.

¿A qué esperan ambos partidos? ¿A que los catalanes se declaren unilateralmente independientes para enviarles a continuación a la División Acorazada Brunete?

Claro que en el caso del PSOE, según me comentaba hace unos días un ex militante, tiene su lógica: Si ya no le quedan obreros no es socialista, y si deja de ser español ¿Qué le queda?
Publicado en El Periscopi el 21 10 2016

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