Tengo que empezar
por decir que, mientras el Sr. Casado tiene toda la información sobre su
partido, y, sobre todo, tiene el poder de decidir, según su criterio amparado en
esa información, el derrotero político a seguir, en tanto que yo desconozco las
interioridades y la correlación de sus fuerzas internas que apuestan por
adoptar una política en sentido o en otro. En este caso, solo dispongo de la
información que proporcionan los medios, y de mi capacidad para analizar esas
informaciones, y, por otra parte, esa capacidad que cito quizás no sea la
suficiente para abordar el tema.
Resulta obvio que
no pretendo discutir su decisión, y mucho menos trato de enmendarle la plana,
es una simple reflexión personal.
Por tanto, reitero
que este escrito no me lo dicta un afán de inmiscuirme en las interioridades
del principal partido de la derecha española, es fruto de mi extrañeza ante la
elección que ha adoptado su líder, en contra de las tendencias históricas, y de
las preferencias del elector medio español.
He dicho en
reiteradas ocasiones, y la estadística lo confirma, que la formación que logra
transmitir al electorado que es el centro, siempre ha salido victoriosa de los
comicios.
Partiendo de esa
premisa, resulta un tanto incomprensible (no digo que errado) que se haya
defenestrado al Sr. Alonso que, por sus últimas declaraciones y actuaciones, daba
un perfil centrista y moderado, para sustituirlo por el Sr. Iturgaiz,
representante, junto con el Sr. Mayor Oreja, del ala más dura e intransigente
del PP. El Sr. Iturgaiz, que tuvo que vivir momentos muy duros como dirigente,
recordemos el asesinato de Ermua, se mostró tan radicalmente en contra de
cualquier reconocimiento de actividad de carácter nacionalista, que el PP, al
menos aparentemente, tuvo que darle pasaporte, y presentarle como candidato al
Parlamento Europeo. Y allí se mantuvo hasta las últimas elecciones, en las que
le colocaron en una posición que no era de salida.
Su vuelta representa
que el PP ha optado por su perfil más derechista. Los llamamientos a los
votantes de Vox, asegurándoles que su mensaje era compartido, y que se
encontrarán en su casa en el nuevo ¿nuevo? PP, así lo dan a entender.
Pero no sólo es el
cambio de dirección en el PP vasco. Está también el hecho de que la causa
visible de este cambio es la coalición con C’s, que siempre se ha mostrado
partidario de eliminar el llamado “concierto vasco”. Este concierto puede ser
muy contestado, y causar fuerte rechazo fuera de Euskadi, pero allí goza de un
gran predicamento. Esta posición, nunca ocultada, puede ser un arma electoral de
los partidos nacionalistas vascos para desmovilizar cualquier avance de la
nueva coalición. No hay que olvidar que C’s ha cosechado grandes fracasos en
aquellas tierras. En mi opinión, no sumará votos, pero puedo estar equivocado.
Quizás, y solo
quizás, este cambio pudiese ser una estrategia a más largo plazo de cara a
futuras elecciones, especialmente dirigidas a las elecciones generales
para alcanzar el gobierno español. La estrategia consistiría en sacrificar los
resultados de Euskadi, cuyo gobierno, o su influencia en él, dan por perdido de
antemano, para dar una imagen más centralista, y antinacionalista periférica,
para que volvieran al redil de la casa común de la derecha los votos escapados
a la más extrema derecha.
¿Es una buena idea
la reafirmación de sus posiciones más derechistas? Se verá. Aunque sigo
opinando que la clave del triunfo es convencer de que se representa al centro.
Y eso, con la alianza de PSOE y UP, y la ayuda de los medios, no lo tendrían demasiado
difícil.