viernes, 14 de febrero de 2020

Otra vez




No sé si resulta más frustrante la incapacidad de una parte de la sociedad para explicar de forma clara y didáctica a la otra parte de dicha sociedad la diferencia entre derecho y obligación, o la absoluta cerrazón mental de esta última parte para comprender la diferencia.

Esta vez la incomprensión viene referida al tema del derecho a una muerte digna mediante una ley para la regulación de la eutanasia.

La derecha, sobre todo la más ultramontana, ya que, al menos de momento, se desmarca C’s, se opone tajantemente, e, incluso me atrevería a decir que de una forma feroz, a que se regule esta práctica. Hay una cierta derecha que añora y/o justifica la pena de muerte como método punitivo, pero se opone, desconozco cuál es su mecanismo mental para adoptar esa posición, a que alguien decida que, por su sufrimiento y/o degradación física o intelectual, no quiere vivir más.

Los que se oponen a la práctica de la eutanasia quizás teman que se aplique de forma masiva, incontrolada, o por motivos económicos u otros inconfesables, pero, precisamente, si se regula debidamente estas causas no podrán producirse.

Quizás, y acaso por su incapacidad de distinguir entre derecho y obligación, crean que será obligatoria en algunos casos en contra de la opinión del actor, volviéndose a equivocar, ya que, al ser un derecho, pueden o no acogerse a él, no estando obligados en modo alguno a ser sujetos pacientes de dicha práctica. Al igual que en el caso anterior, la regulación llevaría aparejada su correcta aplicación.

Repito: Es un DERECHO, y, por tanto, es voluntaria su aplicación, y no una OBLIGACIÓN, por tanto no es en modo alguno obligatoria su aplicación ¿Alguna duda?

Puedo entender la postura de la Iglesia católica en este tema. Ha tenido, al menos en España, la exclusiva en los asuntos de la muerte hasta hace muy poco, y a nadie le gusta que le quiten sus exclusivas. Es más, creo que están en su derecho de obligar a sus fieles y creyentes a seguir sus normas, ya que cualquier club social con muchos menos socios o adeptos, exige unas normas a éstos ¿Por qué entonces no va a poderlo hacerlo la Iglesia, que tiene más arraigo y solera?

El problema surge cuando la sociedad civil intenta variar las normas de la Iglesia, caso bastante infrecuente; y cuando, en el caso más común, la Iglesia pretende imponer sus normas a la sociedad, sea esta creyente, no creyente, o partidarios del Atletí.

El mismo fundador de la Iglesia cristiana dijo (o se le atribuye a él): “Dad al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios”. No quisiera equivocarme, pero cierta Jerarquía Eclesiástica parece haber tomado la frase con una cierta desviación del sentido original dejándola en: “Dad a Dios lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios (y nosotros somos los Consejeros Delegados ejecutivos)”.

Podemos sacar la consecuencia de que, otra vez, y van… confunden los conceptos de Derecho y Obligación.


2 comentarios:

  1. Lo que me preocupa de la Iglesia es que lanza mensajes no para sus adeptos y seguidores, sino como norma general para todos, una metonimia en la que caen demasiado a menudo. Y lo que me alegra de las derechas es que, con esos argumentazos con los que trabajan, demuestran que no hay argumentos reales para su no legalización. Las izquierdas deberán demostrar a unos que las normas de los clubes son para los propios y a otros que los derechos son para quienes los quieran utilizar.

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    1. Si por Iglesia te refieres a la cúpula de la Jerarquía eclesiastica de España estoy completamente de acuerdo. Pero ese inmiscuirse en todo y por todo a que nos tenen acostumbrados la española, sería impensable en Francia, donde tienen bien asumido la aconsesionalidad del estado frances

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