martes, 27 de agosto de 2013

Entre la bota y el libro




A raíz del golpe militar en Egipto, me surgieron graves dudas. ¿Sería posible que los militares pudieran ser la solución para algún país? La respuesta, que creo que nos sale de dentro a todos es: no. Pero al mismo tiempo, hay que reconocer que el Oriente Próximo aun estando tan cerca, nos es muy extraño. Y en la misma zona, en Turquía, el Ejército, es la única fuerza que mantiene dentro de unos límites, la condición de estado aconfesional a pesar del partido del gobierno que es abiertamente confesional. Es cierto que allí, como en todos los lugares, el islamismo, en estos años ha hecho grandes avances y ha limitado en gran medida la laicidad del Estado.

Por tanto, a pesar de mi desconfianza hacia el estamento militar como garantes de la democracia, ante la nueva situación en Egipto, me quedaba una pequeña esperanza de que el golpe se derivara hacia un modelo turco, aun no siendo un ejemplo de pureza democrática, y no al tradicional que imponen la fuerzas armadas y que en nuestro país, sabemos cómo las han gastado.

Lamentablemente, ha aflorado lo peor del militarismo, demostrando que son y han sido, los valederos de la dictadura de Mubarak y de sus métodos, con el uso indiscriminado de la fuerza. Sembrando, como han hecho, el terror jamás se pueden sentar las bases para ningún tipo de democracia, por lo su discurso de establecer una nueva forma de gobernar, ha quedado deslegitimado. ¿Podría haberse justificado de alguna manera su actuación de haber ocurrido la brutal represión? Aquí es donde me surgen las dudas. Ya que hay que tener en cuenta, que es un país con un índice de analfabetismo brutal, con un integrismo religioso que domina todas las capas sociales especialmente fuera de algunos círculos de las grandes ciudades y sin ninguna organización aparte de los Hermanos Musulmanes y de la Milicia. 

Los Hermanos Musulmanes, que a pesar de estar ilegalizados por el Régimen de Mubarak, tenían presencia en las mezquitas, y lo que es más importante, en todas las redes asistenciales, que habían creado gracias a las generosas aportaciones de Arabia Saudí a todo lo que suene al islamismo más radical y conservador.

Es cierto que los Hermanos Musulmanes ganaron por amplia mayoría todas las elecciones. Es cierto que en la Plaza Tahrir, se exigieron votaciones democráticas a la mayor celeridad. Es cierto que el pueblo egipcio quería romper con la era Mubarak de forma inmediata. Pero, también es cierto que ellos eran los únicos con una estructura orgánica capaz de afrontar unas elecciones con la logística adecuada para poder ganarlas.

¿Hubiese sido mejor un periodo transicional, regido por un gobierno de independientes, fomentando la creación de nuevos partidos y del afianzamiento de aquellos que se  habían opuesto en mayor o menor grado al dictador?

De todos modos, lo terrible, es que quienes están pagando la situación, son los de siempre: el pueblo. Unos por falta de formación, otros por fanatismo, y la gran mayoría impotentes ante una situación que no han creado. Sufriendo el caos económico que supone la falta de los ingresos procedentes del desaparecido turismo, la mayor fuente de ingresos de un país que se encuentra entre la bota militar que todo lo arrasa y los partidarios de utilizar la interpretación más fanática de El Corán como elemento regulador de la vida.
Publicado en El Periscopi el 26 08 2013 


No hay comentarios:

Publicar un comentario