En elecciones pasadas, siempre deseé que
ganaran los míos. Nunca lo conseguí, como mucho, en algunas ocasiones, ganaron
aquellos que teóricamente podían parecer más afines, o incluso los teóricos
míos formaron alianzas que podrían parecerse más o menos a lo
que deseaba. Pero en esta ocasión no consigo localizar a quién votar y
darle esa consideración de coincidencia, o al menos de similitud ideológica.
Cuando salga publicado este escrito, al
igual que le pasó a Saulo, quizás haya visto la luz, tenga una revelación y me
convierta en seguidor y acaso apóstol de alguna formación política, pero cada
vez soy más incrédulo y dudo mucho que sufra este tipo de conversión.
Entonces ¿a quién votare? Es más, por
primera vez me estoy planteando: ¿votaré?
Desde aquel famoso 15 J tan lejano y que
resultó tan ilusionante para muchos que
solo habíamos conocido la oprobiosa dictadura del carnicero general de las
patas cortas, pensábamos y creíamos en plan
iluso, que con aquellos comicios podíamos cambiar la sociedad. Han
pasado muchos años y unos y otros, unos en mayor medida que los otros, han
conseguido llevarnos al estado de de desencanto que padecemos, o que al menos
yo tengo.
Han pasado años como ya he dicho, muchos
años, y retrocedemos, ya que perdemos cada vez más en derechos y libertades. Perdemos sin resistirnos, los logros
que habíamos conquistado con esfuerzos y sacrificios. Pero con todo estas
pérdidas, no son lo peor que nos ha
pasado, lo peor es hemos perdido las ilusiones.
Los
salarios bajan, las pensiones pierden poder adquisitivo, los derechos de los
trabajadores se han masacrado, se restringe el
derecho de reunión y de información, la patronal habla de privatizar la
sanidad y la educación mientras que el Gobierno y el principal, hasta ahora,
partido de la oposición miran hacia otro lado o se suman a la propuesta. Los
presuntos corruptos (y los llamo así por cuestiones legales), los que han
esquilmado nuestra incipiente sociedad
de bienestar, los que han fomentado y
lucrado de la cada vez mayor desigualdad social. Se presentan en las listas
electorales de los partidos con mayores probabilidades de obtener el poder de
las instituciones y tienen la elección casi asegurada gracias a la estafa
democrática de las listas cerradas y bloqueadas, con la inestimable ayuda de la
Ley d’Hont.
Nadie hacemos nada, nos resignamos, nos
atenazan con los mensajes del miedo, nos creemos que si no están ellos vendrá
el caos (con K, como dice el PP de Baleares) y nos hacemos cómplices con nuestros
miedos y miserias de la situación.
Se perfilan como ganadores los partidos
con más escándalos en sus filas o los que apuestan por ahondar las políticas
más perjudiciales a los intereses de la mayoría. La única formación política
surgida del desencanto y la indignación, diluye sus reivindicaciones primitivas
con tal de obtener unos posibles votos de los más pusilánimes de la sociedad.
Ahora, solo nos queda esperar al próximo
domingo y lamentarnos al constatar que con nuestra cobardía, hemos legitimado a
los que han prostituido la convivencia democrática de los ciudadanos.
No sé si me estoy radicalizando, si me
estoy volviendo escéptico o sencillamente me estoy volviendo viejo y
nostálgico, pero no dejo de preguntarme ¿Dónde están los míos? ¿Quiénes son los
míos?
Publicado en El Periscopi el 22 05 2015
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