Ya ha pasado el 8 de marzo, y todos, o
casi todos, hemos sido muy feministas en estas fechas: hemos ido a la
manifestación; hemos asistido a alguno de los actos celebrados con motivo de
dicho día; nos hemos indignado con las desigualdades que sufren las mujeres. Hay
que reconocer, sin embargo, que algunas entidades no han comprendido el asunto,
ya que, por ejemplo, el Betis F.C., en un alarde de feminismo desbordante,
mostró su camiseta dedicada al día internacional con un acusado por violencia
de género en sus filas. En fin, que todos, o casi todos, estamos muy
satisfechos con nosotros mismos, y encantados
de habernos conocido por lo solidarios que somos, y por nuestra aportación a la
causa de la igualdad de las mujeres.
Pero ahora ya se han terminados las
conmemoraciones y llega el día a día, donde la mujer tiene una doble jornada, la laboral y la doméstica. En la laboral, está
peor pagada que sus compañeros
masculinos, tiene más precariedad que ellos, con jornadas que, al menos en el
contrato, son a tiempo parcial en la mayoría de los casos, y con probabilidades
de sufrir acoso sexual. Y, aún así, siempre tendrá detrás el latiguillo de: “Estás
quitando un puesto de trabajo a un hombre que lo necesita para sacar adelante
una familia”.
Y si ya pasamos al plano doméstico, la
situación, no varía demasiado, e, incluso en algunos casos, empeora, ya que,
además de los problemas que sufre en el ámbito laboral enumerados en el párrafo
anterior, debe de sufrir una doble jornada impuesta por los roles sociales, pues,
generalmente, el compañero, en el mejor de los casos, “ayuda” pero no comparte
las tareas domésticas.
Y nos encontramos con que no hemos
entendido nada: tratamos la fecha como una celebración; la confundimos con una
fiesta; felicitamos a las mujeres; les regalamos flores; los comercios hacen
descuentos en artículos de lencería y cosméticos; los jefes felicitan a las
empleadas con palmaditas cariñosas. Todo parece de color de rosa.
¿Nadie se pregunta sí hay algo que
celebrar?, ¿No hay más cosas para reivindicar y luchar que situaciones para
felicitar?, ¿Se ha acabado con la explotación laboral de las mujeres?, ¿Se han
equiparado los sueldos?, ¿Se ha avanzado en la conciliación efectiva?, ¿Han
dejado de existir los problemas con las bajas maternales en el seno de las
empresas?, ¿Se comparten las tareas domésticas?, ¿Las mujeres ya no son las
cuidadoras principales de los niños y los enfermos familiares?
Entonces, ¿Qué hay que celebrar? ¿Sólo
nos tenemos que mostrar solidarios el día ocho de marzo y ya cumplimos?
Permitidme que use la frase de una amiga, que cada año utiliza después de los
fastos navideños: “¡Se acabó la navidad, a la mierda los pastores!”. En este
caso, adaptado a la conmemoración de la fecha y a la solidaridad.
Publicado en El Periscopi el 11 03 2016
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