Tengo
que reconocer que, en algunos casos, soy muy clásico y conservador, así que no
puedo concebir un país democrático en el que, en una negociación sobre
remuneraciones a los trabajadores, no sean los sindicatos uno de los
interlocutores principales. Para ser
ecuánime, tampoco es muy normal que no esté presente la patronal, al menos para
“hacer bonito” ya que de facto, sus intereses, s que están bien representados.
Con
respecto a los sindicatos, debo reconocer que la derecha sociológica española,
con la inestimable cooperación del P(SO)E, han hecho una esplendida labor, pues
han conseguido que una mayoría de la clase obrera los considere innecesarios.
Cargar
contra los sindicatos de clase fue un objetivo desde que se autorizaron tras
las muerte del dictador. Por medio de diferentes medidas, las más importantes
para su logro fueron:
a) El fomento de sindicatos
gremiales para evitar el crecimiento y la concentración de afiliación. con la
consiguiente fuerza de los mismos en virtud de su alta afiliación.
b) La vinculación de todos los
trabajadores a las ventajas sociales, económicas, o de cualquier otro tipo
logradas por la acción sindical, con independencia de su afiliación o no a las
citadas organizaciones.
La
primera medida resultó contraproducente para los intereses de los que la
propugnaron y del país en general, ya que pequeños colectivos en defensa de
reivindicaciones muy minoritarios tenían la capacidad de paralizar el país.
Baste acordarse de las huelgas de los conductores de ferrocarriles o de los controladores
aéreos.
La
segunda medida sí que resultó muy efectiva para sus intereses, pues si los
beneficios obtenidos por acciones de presión o de cualquier acuerdo, recaían sobre
el conjunto, hubiesen secundado o no las actuaciones reivindicativas ¿Qué
necesidad había de pagar una cuota sindical?, ¿Qué necesidad había de afiliarse
con el riesgo de ser mal mirado por el empleador?, ¿Qué necesidad había de
secundar una huelga y de que te descontaran el salario de las jornadas no
trabajadas?
La
fuerza de un sindicato está en sus afiliados, y su independencia en la
posibilidad de generar recursos económicos propios, y eso lo dan las
cotizaciones y no las subvenciones que pueden coartarla. Si a la debilidad
estructural debida a la escasa afiliación, se le une una campaña institucional
de desprestigio y algunos errores propios, es absurdo tratar de negar estos,
¿Puede extrañarle a alguien la atonía de sus constantes vitales?
Creo
que deberíamos preguntarnos todos los críticos de café ¿Hacemos algo positivo
para que los sindicatos vuelvan a tomar las riendas de la lucha obrera?, ¿Les
damos soporte para que se enfrenten de manera eficaz a la reforma laboral que
nos ha llevado a la situación de que encontrar trabajo no signifique alejarse
de la pobreza? ¿Pueden oponerse eficazmente a la precariedad laboral?
Sí, se
ha aprobado un nuevo salario mínimo interprofesional. Pero los sindicatos, para
vergüenza de los ciudadanos, no han tenido ningún protagonismo, por tanto ¿Nos
puede extrañar que dicho salario mínimo sea tan mínimo que no alcance a la
compensación por comida fuera del domicilio de un diputado?
Publicado en El Periuscopi el 05 12 2016
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