Se colocan
implantes de pecho, de nalgas, o de cabello. Se realizan liposucciones, rinoplastias, y diversas
operaciones más. Unas veces se realizan para compensar alguna cuestión
genética, otras para evitar inseguridades, no olvidando que algunas vienen
dadas por cuestiones laborales, y, por último, por razones puramente estéticas.
¿Entonces, la
cirugía plástica o reparadora la podemos considerar una frivolidad o una
necesidad? Aquí es cuando aparece el problema, pues tendemos a juzgar, sin
meternos en los zapatos de quién se realiza la intervención, y obviamos sus
razones íntimas y personales.
Pero, no piensen
que me he equivocado, y transformo mis escritos, tras las dudas que me
surgieron sobre su continuidad, en una crónica rosa donde vaya a justificar las
operaciones de los famosos, famosillos, o de los que lo intentan. Este inicio simplemente
era para establecer un precedente sobre la mejora de la apariencia, tanto en el
plano del físico como en el formativo.
Al igual que los
senos se aumentan con silicona, los currículos se aumentan con una Carrera, un Máster, o un Doctorado.
En ambos casos, el valor es el mismo, simple cuestión de imagen, sin valor
orgánico, pero que sirve para dar una apariencia más atractiva a la persona que
utiliza estos añadidos.
También en ambos
casos, si el “aumentado” se percata de que se ha excedido, siempre puede volverse
atrás, sustituyendo el implante por uno menor, o haciendo desaparecer de su
currículum algún Máster o Doctorado que se había puesto de más.
Pero siguen las
coincidencias, en muchas peluquerías o centros de belleza algunas personas
inyectan botox, o realizan algún tipo de actuación sin tener la titulación, o sin
disponer de las instalaciones adecuada para hacerlo. Con los Másters ocurre
exactamente lo mismo: existen los Universitarios, regulados y amparados por la
Universidad, que, realizados correctamente, tienen valor legal; y existen otros
que, a efectos prácticos y legales, no valen ni el papel en el que están
expedidos, pero que pueden engañar a quienes precisamente se busca
engañar.
Pero no todo son
similitudes, mientras la falsa apariencia después de una intervención, a pesar
de que pueda engañar a un espectador, no es ningún delito; la falsificación de
un currículum en un documento público sí que puede ser un delito según las
circunstancias que concurran.
.Aún ya fuera de
las similitudes, no deja de llamarme la atención que todo el mundo habla de doctorados,
doctorandos, tesis, tesinas, y trabajos de fin de máster, cuando creo que son
muy pocos los que conocen el significado de esas palabras, y cuáles son las
diferencias entre ellas. Por ende, mucho menos cómo incidió el Plan Bolonia en
las titulaciones. Y no hablemos de las diferencias entre plagio y citas.
También me llama la
atención, y mucho, que personas teóricamente expertas en leyes quieran hacer
recaer el peso de la prueba en el acusado, cuando la buena praxis es que el
peso de la prueba lo tiene que aportar el acusador. Esto es lo que está sucediendo
con el doctorado del Sr. Sánchez, a quien han acusado de diferentes actos
relacionados con su tesis, desde que no la había realizado y defendido, hasta
que es un plagio, o ha sido escrita por un “negro”, sin presentar ninguna
prueba, y exigiendo que él demostrará su inocencia. Se tiene que ser muy
ignorante, o tener muy mala fe para posicionarse en esa
actitud.
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