viernes, 19 de octubre de 2018

Pulseritas



No tengo nada en contra de las modas. Uno es libre de aceptarlas o no, según su sentido de la estética. No acostumbro a llevar objetos fuera de las prendas habituales de vestir, pero no por razones éticas o estéticas, solo es una cuestión de comodidad, así que solo llevo un reloj.

Pero no quiero referirme en general a las pulseras de hilos de colorines que, por una razón u otra razón, proliferan. Me voy a referir a esas bicolores, rojas y amarillas, que se han impuesto como símbolo de patriotismo y amor a España

Esas pulseritas patrióticas como símbolo de amor por la tierra en que se nació, y que, según algunos, da una superioridad moral, por haber venido al mundo  en un determinado lugar del planeta y no en otro, a pesar de que no comparta esa opinión, y, a pesar de que al leerme piensen lo contrario, no me molestan. Simplemente, no siento ese orgullo, y no me creo ni mejor ni peor que cualquier otro semejante que haya nacido en cualquier otro lugar. Llegados a este punto,  creo necesario hacer dos puntualizaciones

a) Me refiero, lógicamente, a quienes se sienten orgullosos y creen que su lugar natal representa un plus de valores añadidos. En modo alguno a que ese orgullo, y supuesta superioridad, les dé motivo para agredir a un semejante por haber nacido en otro lugar o piense de forma diferente en este tema.

b) A pesar de centrarme en los colores rojos y amarillo, todas las consideraciones expuestas, son también aplicables a las pulseritas de cualquier otro color, sean tricolores, cuatribarradas, con estrella, o sin ella, e, incluso, si hay alguna a topitos. El motivo de hablar de la que representa a la española es porque hay políticos españoles que hacen gala de ella, y realizan actuaciones como la que expondré a continuación.

El PP,  con su Presidente Nacional a la cabeza, presumen de ser “españoles y mucho españoles”, cosa que también hacen los políticos de C’s. Por mi parte, creo que si representan a una gran parte de los españoles, conforme han demostrado las urnas, es lógico que defiendan su españolidad.

El PP y C’s muestran su disconformidad con el proyecto de los Presupuestos Generales del Estado, consensuados por P(SO)E y UP, cosa normal, ya que ambas fuerzas defienden un modelo diferente, a unos intereses diferentes, y a un nicho humano diferente.

Todo, hasta aquí, dentro de las más estrictas normas y procedimientos del sistema democrático. Por mi parte, puedo estar o no de acuerdo con sus posiciones y/o con sus argumentos. Pero se debe reconocer que ambos actúan, hasta lo expuesto aquí, dentro de lo previsto, y asumen con la mayor agresividad parlamentaria las funciones propias de la oposición en la que ambas fuerzas se encuentran.

La gran diferencia es que, de una manera digna, C’s lleva su labor opositora en el Parlamento y en los medios de comunicación del país. El PP, aparte de los medios democráticamente aceptados, lleva sus quejas a foros internacionales, contraviniendo el principio de lealtad democrática, que es y ha sido norma, y que, nos guste o no nos guste C’s, hay que reconocerle que sabe en  qué ámbitos  debe combatir la aprobación de los presupuestos, al tiempo que deja en evidencia el triste y deplorable papel que asume el PP.

Cuestión aparte es la excusa dada por el Sr. Casado: “No hablamos mal de España, es que la queremos mucho y la defendemos de unos malos presupuestos”. Sinceramente, a mi me suena a eso de: “Le pego por que la amo”, como dicen los maltratadores.


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