¡Finalizó la
crisis! Dicen ufanos los voceros del neo liberalismo. Bueno, no solo lo dicen
ellos, lo dicen también los partidos, los diferentes gobiernos, y, por supuesto,
los grandes empresarios.
Y yo, desde mi
ingenuidad, me pregunto: ¿Entonces cómo es que la principal causa de
preocupación de los ciudadanos, según los sucesivos sondeos de opinión,
publicados por el Centro de Información Sociológico (C.I.S.), es el paro?
No creo que sea por
inercia, o por decir algo. Si hay temor al paro, es que, a ciencia cierta, esto
debe tener sus razones. Si no hay pleno empleo, si hay familias con todos sus
miembros sin percibir un salario, si en el primer trimestre de 2019 existían
más 3.354.000 parados, lo que representa
un 14,70% de índice de paro, según la Encuesta de Población Activa (E.P.A.),
elaborada por el Instituto Nacional de Estadística, es que la crisis no ha
terminado, al menos para una gran parte de la población.
Sin embargo, a los poderes
públicos no se les acaba nunca el triunfalismo de hablar de los miles de
contratos firmados durante un periodo de tiempo, olvidándose, seguramente
involuntariamente, que, a los contratos firmados, les falta contabilizar el
número de contratos finalizados en ese mismo periodo, ya que, en modo alguno
cuadra sin ese dato, el número de contratos nuevos firmados, y las mínimas
reducciones en el total del número total de parados. Como casi todos sabemos
contar, la cifra de contratos rescindidos o finalizados es muy sencilla de
obtener a partir de los datos que publican.
Otra cosa son, y sobre
esto no existe tanta transparencia, los tipos de contratos, las horas de
jornada, y la duración de los mismos. Con algunas modificaciones al sistema
actual, sí que nos podría dar una idea más clara de la verdadera situación
laboral, y si los trabajadores como tales han salido o no de la crisis. Con la
publicación de estos datos, el triunfalismo de los miles de contratos firmados
se desvanecería y eso…
La solución, y en
modo alguno quiero presentarla como si hubiese sido un descubrimiento mío, es que,
a las cifras actuales que hablan de activos y parados, se añadiese el parámetro
de horas cotizadas a la Seguridad Social, y, al cotejarlas con el número de
activos, esto reflejaría la jornada media, y si hemos alcanzado el nivel de
empleo anterior al cataclismo económico.
Aunque sea de
refilón, no puedo dejar de mencionar las llamadas de los empresarios a alcanzar
una productividad mayor para poder así aumentar los salarios. Con la ingenuidad
de la que he hecho gala al principio de este escrito me pregunto ¿Puede alguien
en su sano juicio pedir una mayor productividad, un mayor compromiso con su
trabajo, o un estímulo en perfeccionar sus conocimientos sobre los métodos de
producción a alguien que sabe que, por mucho que mejore en su trabajo, al cabo
de un tiempo corto va a cesar en su empleo, y que el próximo, si es que tiene
un próximo, casi con seguridad no va a tener ninguna relación con el que está
realizando?
Le he visto tan de cerca las orejas al lobo que llegué a oler su mal aliento. Quien me hable de salir de la crisis, con las condiciones en que estoy, me escuchará hablar de insomnios, de dolor de mandíbula y de impotencia.
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