Harto de la pandemia y la reclusión.
Pero más harto de la politización de la misma, de
los análisis de la situación en función de nuestros conceptos ideológicos, de nuestras
rencillas, de intentar que prevalezcan nuestras
ideas en lugar de buscar soluciones. Harto de las manifestaciones farisaicas de
remar todos juntos, mientras que, en realidad, lo que aparece es el resquemor,
el odio, y los reproches por todos los lados…
Por estas razones, y porque, aunque sea por una sola
vez, quiero ser consecuente conmigo mismo, no voy a hablar de política al uso.
No creo estar obligado a dar mi filiación política,
o mis tendencias ideológicas, pero, estoy convencido de que todo el mundo que
me haya leído, a pesar de que sea una sola vez, aquí, o en alguna intervención
en una conversación de Facebook, sabe, o al menos puede saber, que mis
sentimientos son de izquierda, que no me gustan y que combato las ideas de la
derecha (no a sus seguidores democráticos). Por tanto, si hablara del Covid 19
de la manera que lo hago habitualmente, lo haría desde mi posición de
izquierdista. Y, precisamente, eso es lo que quiero evitar. Quiero hablar como
un habitante del planeta tierra, planeta que está sufriendo unos estragos globales
producidos por un virus que está atacando a los seres humanos, a todos sin
hacer excepciones.
He dicho, y, por si fuera necesario, lo repito, que
los virus no tienen ideología, que de una forma muy democrática atacan a todos.
Por esa razón, la lucha contra el virus debe ser de todos, sin importar etnia,
religión (o carencia de ella), nacionalidad, y, por supuesto, ideología política.
En consecuencia, hoy me abstendré de realizar ningún tipo de crítica. Sacrificios por
intentar ser consecuente.
Entre memes, criticas, y chistes diversos, he
recibido una poesía que me ha impactado.
Me ha hecho reflexionar sobre esa especie extraña
que somos los seres humanos, capaces de lo mejor, y de lo peor, de ilusionarnos
y de llenarnos de escepticismo, y, sobre todo, con una insólita capacidad de
repetir los mismos modelos. En el poema se demuestra, en mi opinión, que al
final, y solo al final, los seres humanos acabamos por unirnos ante lo más duro
de una tragedia, pero que siempre hay algunos que rehúyen sus obligaciones.
Además, queda de manifiesto también que nuestra memoria es frágil, y que, una
vez pasada la excepcionalidad, nos olvidamos de nuestras buenas intenciones.
Con el permiso de todos Vds., les copiaré un poema del cual estoy hablando. Me llegó
escrito en catalán y me he permitido traducirlo.
Cuando ya tenía escrito y a punto de subir este
escrito al blog, he sabido que la tal Kitty O’Meary (en realidad O’Meara) escribió el poema hace
unos días. No obstante aa pesar de no ser profético, creo que se puede, sin
ningún problema, al espíritu de mi escrito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario