viernes, 27 de marzo de 2015

De nuevo




Como en mi ateísmo militante procuro ser tolerante, mantengo una prudente distancia con las religiones, especialmente con la católica, ya que esta creencia es la que se ha inmiscuido, o al menos ha tratado de hacerlo, siempre en mi vida. Por esta razón,  a no ser en un caso flagrante, procuro ignorarla durante todo el año. Pero llegamos a la llamada Semana Santa, en la que invaden los espacios públicos y perturban mis hábitos. Toman la ciudad, me hacen variar mis itinerarios, dejan cera y arena en las calles, así que creo que en estos días hacen méritos suficientes para que muestre mi disconformidad con alguna de sus actuaciones y, especialmente con las actuaciones de algunos de sus componentes.

Hace unas semanas, me referí a la presunción de inocencia de los sacerdotes supuestamente relacionados con casos de supuesta pederastia, pero también apelaba al derecho de las presuntas víctimas a ser creídas.

Quiero partir del hecho de que, en nuestra legislación, el acusado puede y hasta quizás debe, mentir para evitar condenas. También  es licito  que se acoja a cualquier subterfugio legal, incluida la la prescripción del delito para salir exculpado. Hasta ahí nada que opinar sobre la línea de defensa adoptada por el Sr. Vallespir.

Pero el citado Sr Vallespir, no es un ciudadano de a píe, era ni más ni menos Prior del Monasterio de Lluc. Monasterio  considerado por los católicos isleños como uno de los principales, sino el principal, centro de la espiritualidad de Mallorca, y  que, a semejanza del Monasterio de Montserrat en Catalunya, tiene también su virgen negra y su escolanía, compuesta por los coloquialmente conocidos como “blavets”,  llamados así debido al color azul de su vestimenta. Y aquí empiezan a complicarse la cuestión. Veamos la razón:

Hay un supuesto correo electrónico de la presunta víctima en el que acusa al prior de conducta deshonesta y de abusos hacia su persona. De forma resumida, el contenido de este supuesto correo dice:  Que dichosichos actos fueron cometidos durante su estancia como “blavet” en el citado Monasterio. Escribe que posteriormente fue acosado de nuevo, pero que en esta ocasión, lejos de su influencia como prior,  lo pudo rechazar. En dicho correo apunta que no hará pública la acusación, con la condición de  que el agresor no intentara volverse a comunicar con él.

Hay otro supuesto correo de contestación por parte del Sr Vallespir. En el que también en forma resumida, el supuesto mensaje dice:  Agradece que no lo haga públicos los abusos a que fue sometido. Explica  que estos abusos fueron  fruto de la falta de preparación por su parte, y explica también  que fue con el único niño que tuvo relaciones incorrectas y que la relación fue consentida.

Suponiendo que los correos sean auténticos, cosa que tendrá que dirimir la justicia. ¿Alguien en su pleno juicio puede aceptar que unas relaciones entre un menor de edad y un adulto que, además era su mentor espiritual sean relaciones consentidas? ¿No resulta curioso que el Sr. Vallespir acepte la relación ante la manifestación de que no haría pública la situación a la que llegaron?

Partiendo de la hipótesis de que los correos sean auténticos podríamos preguntarnos:

 ¿Acaso no pregona la iglesia que las normas de su moralidad deben prevalecer sobre las normas jurídicas legales? Ante la situación generada, no alcanzo a comprender que un miembro destacado de la Iglesia  proclame su inocencia  ya que estaría  en flagrante contradicción con lo que reconoce en el citado correo. Es decir, aprovecharía la legalidad laica de poder mentir para defenderse contraviniendo el “precepto divino” de: No mentirás.

¿Todo vale cuando se trata de salvarse? ¿Qué razón hay, según este ejemplo para que la Iglesia Católica quiera que prevalezca en la sociedad su posición sobre el aborto y lo que entienden ellos sobre el matrimonio?
Publicado en El Periscopi el 27 03 2015

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