A pesar de mi vena melómana, no voy a
referirme a los conciertos en su vertiente musical. Quiero referirme a los
conciertos educativos pendientes de concretarse, y, más específicamente, a los de
los Colegios Aixa y Llaut y que tantos comentarios están generando en los
medios de comunicación.
Vaya por delante mi opinión negativa
sobre la concertación con la escuela privada. Creo que la educación debería ser
un derecho universal e igualitario para los ciudadanos, pero es indiscutible
que la escuela concertada existe y continuara existiendo mientras siga siendo un negocio.
Además, como cuestión añadida, existe el problema circular de: No tenemos
suficientes escuelas para mantener la universalidad de la escuela obligatoria y
gratuita, por eso debemos concertar escuelas, pero no podemos construir las
escuelas públicas porqué estamos gastando el presupuesto en pagar los
conciertos.
Como he dicho antes, mientras la
educación sea un negocio, o al menos se tome así, no se resolverá, por falta de
voluntad política, el tema de los conciertos. Pero en este caso, introduzcamos
un poco de sentido común y de criterios asumibles por la sociedad y, sobre todo,
por la mayoría de la comunidad educativa.
¿Podríamos asumir pagar un concierto a un grupo empresarial-religioso
que defendiese en su programa educativo que el mundo fue creado en seis días
naturales?, ¿Se podría llegar a un acuerdo de subvención económica a quienes en
su programa de Ciencias sociales defendiesen la supremacía cultural de la raza
blanca? Muchos pueden creer que me excedo al comparar la misoginia con el
racismo, pero según muchos/as eminentes investigadores/as han llegado a la
conclusión que las raíces psicológicas de ambos posicionamientos son idénticas.
Indiscutiblemente,
mientras que los postulados que preconizasen los proyectos educativos no fuesen
contrarios a la ley, y en virtud a libertad, no se podrían prohibir. Otra cosa
sería que con esos fundamentos se pudiese aprobar algún tipo de examen oficial
y por supuesto, el que pudiesen acceder a financiación pública. Podríamos
resumirlo en: “Si quieren los padres que sus hijos no se formen de forma
debidamente reglada, que lo paguen y no hagan cómplice al Estado, ni mucho menos
que lo financien los ciudadanos.”
Pues bien, cuando al fin la sociedad se
ha percatado que está formada por mujeres y hombres, que todos somos iguales en
nuestra diversidad, que la capacidad de aprendizaje no depende del género, una
secta de “poseedores de la verdad” que está auspiciada por lo más integrista y
radical de una de las religiones monoteístas, preconiza la bondad de la segregación
por géneros en la educación y pretende que se les continúen subvencionando sus
peregrinas ideas con dinero público, dinero que se ha recortado a la educación
pública, a la sanidad, a los dependientes y a todo tipo de servicios sociales.
Esta secta, que desde su creación ha estado
amparada por los poderes más reaccionarios, así como por regímenes
dictatoriales, pretende con la colaboración de algunos de sus miembros que
ocupan cargos en los poderes públicos, mantener sus postulados de una misoginia
rampante para continuar con sus anacronismos.
En
contra del interés común, y pretendiendo que sus hijos gocen en el futuro de
privilegios elitistas, aunque vayan en contraposición de su formación como
ciudadanos/ciudadanas completos.
Si es legal, cosa que dudo leyendo la
Constitución, que lo hagan. Pero con mi dinero: NO
Publicado en El Periscopi el 17 08 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario