Creo que todos, o al menos la inmensa
mayoría, coincidimos en que una gran parte de los éxitos del PP se debe a que
consiguió aglutinar a todo el espectro político de la derecha española, desde
los nostálgicos del dictador, hasta los creyentes en esa falacia política del
Centro. Claro está que con la inestimable colaboración de la Ley d’Hont.
No quiero entrar ahora en las causas y
razones por los que la Derecha siempre
ha ido unida, al menos hasta las pasadas elecciones del mes de diciembre, y la
Izquierda siempre fragmentada, a veces hasta límites incomprensibles. No quiero
entrar en dichas razones, ya que de antemano, creo que no sería imparcial y,
por tanto, justo en mis apreciaciones.
El discurso de la Izquierda, desde la
social-democracia más light hasta la más radical, siempre ha sido en pro de la
igualdad, pero la realidad, la dura realidad siempre acababa imponiéndose, con
el resultado de todos conocido: cada uno por su lado , defendiendo su parcelita,
y combatiendo al más próximo en ideología para tratar de arañar votos.
Dentro de ese espectro, nació Izquierda
Unida, que resultó ser una formación cainita y de la que cada vez se
disgregaban más militantes y simpatizantes, unos a otras formaciones y otros a sus
casas en espera de tiempos mejores. No hay que dejar de reconocerle el mérito al
Sr. Anguita que, con su “Teoría de las dos orillas”, dinamitó durante muchos
años la posibilidad de cualquier entendimiento con otras fuerzas de izquierda.
Y en estas entra Podemos, formación de
aluvión. Con elementos provenientes de IU, de teóricos de la política, de
anti-sistemas, de anarcos, de expulsados del mercado de trabajo por la crisis,
y por encima de todos en número, de los integrantes y participantes de las
Asambleas que se aglutinaron el 15 M.
A pesar de las descalificaciones mutuas
en periodos anteriores, estas dos formaciones han llegado a un acuerdo del cual,
en principio, creo que deberíamos congratularnos, ya que dos formaciones
aparcan sus diferencias para sumar fuerzas.
¿Podemos mostrarnos satisfechos del
acuerdo? Si, pero con reparos, graves reparos. ¿Cuáles son estos?
En primer lugar, la Izquierda, siempre ha
predicado que, por encima de cualquier consideración práctica, debía primar la
ideología. Tengo serias dudas de que en este caso esta premisa se cumpla, pues
mucho antes de conocerse los acuerdos programáticos, los partidarios de ambas
formaciones han demostrado un entusiasmo carente de espíritu crítico, llegando
a descalificar en algunos casos a los que han puesto en duda la bondad del
pacto, y eso, repito, antes de conocerse las clausulas del acuerdo.
En segundo lugar, los desacuerdos han
venido por las listas electorales, lo que da la impresión, visto
desapasionadamente el asunto, que era más importantes quiénes ocupaban “el
sillón”, que el motivo político por el cual querían ocuparlo. Tanto más cuando
Podemos se definió como un partido transversal, ya que no era ni de izquierda
ni de derecha, e IU, por su genealogía, siempre se ha definido, incluso en el
nombre, como de izquierdas.
¿Qué resultados se obtendrán del pacto?
Pues, por antecedentes de anteriores pactos, posiblemente mucho menores que las
expectativas generadas. Aquí, como en bastantes
ocasiones en la que me he atrevido a vaticinar, espero equivocarme.
Publicado en El Periscopi el 13 05 2016
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