En la
manifestación del pasado 1º de mayo me llamó la atención (como cada año) la
insignificante cantidad de manifestantes (como cada año), y la repetición de
los manifestantes (como cada año).
No
puedo menos que preguntarme ¿Cómo es posible que, con más de cuatro millones de
parados, con los recortes que hemos sufrido, con la falta de perspectivas
laborales, con la precariedad, con la cantidad de jóvenes que tienen que
emigrar por falta de horizontes, solo acudamos en Palma un pequeño número de
personas a manifestarnos por la dignidad en el trabajo?
Esa
indiferencia quizás pudiese entenderse en tiempos de “vacas gordas”, cuando
muchos trabajadores podían creer, erróneamente, que se había alcanzado el bienestar,
pero ¿Ahora?
Nos han
recortado en sanidad pública, en
enseñanza de calidad, en prestaciones sociales, en pensiones. Para resumir: en
todo lo relativo a acercarnos al “estado de bienestar” del que disfrutaban
nuestros vecinos europeos.
La
excusa para esquilmarnos fue la crisis, crisis que incluso se achacó a la clase
trabajadora; que, según el partido en el gobierno, fue causada por un anterior
ejecutivo; y que, cuando se ahondó durante su mandato, fue atribuida a circunstancias externas a
nuestro país. Según nuestros mandatarios, la culpa fue de trabajadores y
exteriores a su gestión, no teniendo ninguna responsabilidad las entidades
financieras con sus “subprime” que llevaron a la bancarrota a Lehman Brothers
Holding Inc. Donde, casualmente, el Sr. De Guindos, D. Luís, era consejero para
Europa y Presidente en España.
El
Gobierno de España, donde, miren por donde,
el Ministro de Economía es D. Luis de Guindos, dijo que, para afrontar
la salida de la crisis, eran necesarios sacrificios, los recortes expuestos en
un párrafo anterior. Sin embargo, y debe ser por imperativo del destino, los
ricos se han hecho más ricos, y los pobres han aumentado en número, hasta el
punto de que somos el tercer país de la UE con mayor pobreza infantil, con la
particularidad de que también aquí el
bache económico se ha aumentado, pues la pobreza infantil se ha
cebado donde dicha pobreza infantil ya
existía antes de empezar la crisis.
Pero
aún podíamos darlo todo por bueno si, verdaderamente, estos recortes hubiesen
servido para sacar a flote a los trabajadores y a la clase más desfavorecida.
Pero, no. Vemos que estos el déficit
público está por encima de la media europea, que la deuda exterior ha crecido
de una manera alarmante, hasta el punto que es en la práctica impagable. Entonces
la pregunta es ¿A dónde ha ido el dinero que nos han descontado a los
trabajadores? Entre otros sitios, al rescate bancario, ese rescate que, según
el Sr. Rajoy, no iba a costar ni un euro al bolsillo de los españoles; a esas
autopistas faraónicas e innecesarias, que se han nacionalizado para asumir
todas las perdidas y sus deudas, y después volver entregarlas al sector
privado; a sufragar aeropuertos sin aviones; a pagar las deudas de los proyectos de unos gobernantes megalómanos;
y también, y eso no lo deberíamos olvidar, a financiar los latrocinios de unos
delincuentes que, con el aval de las urnas, han robado el presente y el futuro
de muchas generaciones.
Sin embargo,
no se protesta. No se lucha por cambiar la situación. Hay un conformismo, e,
incluso, agradecimiento por conseguir un contrato basura, por lograr un contrato precario, por horas o por días, por
hacer horas extraordinarias no cobradas, por las subidas vergonzantes de las
pensiones, por el aumento de la desigualdad.
Mientras
tanto, el primero de mayo solo desfilan unos pocos nostálgicos que,
posiblemente, en muchos casos solo vayan
a rememorar tiempos pasados, y verse con los antiguos
compañeros.
¿No se
han preguntado muchas veces si tenemos la sociedad y los gobernantes que nos
merecemos?
Publicado en El Periscopi el 05 05 2017
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