viernes, 1 de diciembre de 2017

Feminismo y violencia de género



Creo que es la primera vez desde que empecé este blog que no he hecho coincidir el día contra la violencia de género con mi entrada semanal, cosa aún más relevante dada mi acendrada defensa  de la erradicación de esa lacra. Pero espero que se me justifique dada la indignación que sentía por la burla sistemática al Parlamento, tanto por parte del Gobierno como por parte del partido que lo sustenta, y sus cómplices necesarios (obsérvese que hablo en plural).

Volviendo al tema de esta semana, puede el título del escrito llevar a malos entendidos, pero mi idea, que espero saber transmitir, es muy clara: Si la violencia de género “existe” es, al menos en España, gracias a la labor de las feministas que lograron que esa reprobable conducta dejase de ser un ”asunto interno familiar” para llegar a tipificarse como delito.

Aunque nadie abiertamente deja de condenar la violencia de género en su manifestación más extrema, como  es un asesinato, lo cierto es que hay un amplio espectro de la sociedad que tiende a minimizar el problema, y a reaccionar, generalmente de manera tibia, sólo ante los casos más sangrantes, limitándose a obviar el maltrato psíquico, y a los micro machismos, alegando que se han disparado las denuncias ante una legislación que es demasiado estricta en estos casos.

Ante este falaz argumento, se impone la realidad, que es  una mayor sensibilidad por parte de las afectadas  hacia estas conductas delictivas. Valga como ejemplo que los países con mayor índice de igualdad, como son los países escandinavos, son los que lideran el ranking de denuncias presentadas, en contraposición con lo que ocurre en los países del Golfo Pérsico, donde la mujer es un ser sin casi ningún tipo de derechos,y donde estos casos no  quedan reflejados estadísticamente  como denuncias ya que las conductas atentatorias contra su vida y contra su dignidad personal, en general, no están tipificadas como delitos. Por otra parte, la teoría de que se denuncian casos de violencia de género para obtener ventajas a la hora de los divorcios, custodias de hijos, o de cualquier otra índole queda deslegitimada por las diferentes memorias de la Fiscalía, donde siempre se dan unos índices casi nulos al respecto.

También resulta muy importante señalar que, en muchos de los casos, al casarse, un porcentaje importante de mujeres salieron del mercado laboral, y que, actualmente, con la crisis, y la revolución tecnológica, que afecta a casi todos los sectores laborales, hacen muy difícil, por no decir imposible, reengancharse a una situación laboral que permitiese su independencia económica.

Los principales problemas para erradicar la violencia de género en España  son la falta de interés real en tomar medidas efectivas; de la carencia de medios materiales y humanos para prevenir la violencia; que aún se cree en lo más íntimo que es un problema familiar y no público; el conservadurismo patriarcal de muchos de los que tendrían que tomar las decisiones para evitar que se puedan reproducir las tragedias tan cotidianas de mujeres asesinadas, que no muertas;  la actitud que ha tomado un amplio sector de la Jerarquía de la Iglesia  demonizando las posiciones igualitarias, que, en parte, arrastran a un extenso sector de nuestra clase dirigente y judicial, más proclive a seguir las creencias de esta Iglesia que a defender los intereses de la sociedad.

A modo de reflexión final, me gustaría que leyeran el capítulo III de la carta de San Pedro, que se lee en las bodas religiosas, y que puede dar una visión de la razón por la que la Iglesia asume el papel de la mujer sumisa y tolerante:

PRIMERA CARTA DE SAN PEDRO

CAPÍTULO 3

Los deberes de los esposos

3:1 También las mujeres sean dóciles a su marido, para que si alguno de ellos se resiste a creer en la Palabra, sea convencido sin palabra por la conducta de su mujer,

3:2 al ver su vida casta y respetuosa.

3:2 Que su elegancia no sea el adorno exterior —consistente en peinados rebuscados, alhajas de oro y vestidos lujosos—

3:4 sino la actitud interior del corazón, el adorno incorruptible de un espíritu dulce y sereno. Esto es lo que vale a los ojos de Dios.

3:5 Así se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que tenían su esperanza puesta en Dios y respetaban a sus maridos,

3:6 como por ejemplo, Sara, que obedecía a Abraham y lo llamaba su señor. Ahora ustedes han llegado a ser sus hijas, haciendo el bien y no dejándose inquietar por ninguna clase de temor.

3:7 Los maridos, a su vez, comprendan que deben compartir su vida con un ser más débil, como es la mujer: trátenla con el respeto debido a coherederas de la gracia que da la Vida. De esa manera, nada será obstáculo para la oración.


No hay comentarios:

Publicar un comentario