Quizás la palabra
que más me solivianta es la que da nombre a este escrito: Patria, así, escrita
con mayúscula.
En realidad, no es
por la palabra en sí, ni por su significado en ninguna de las dos acepciones
recogidas en el Diccionario de la R.A.E.
El motivo de la
malquerencia es el uso bastardo del vocablo que todos los desalmados hacen de
él.
Con la excusa de
salvarla (¿Salvarla de quién?), los dictadores más sanguinarios no dudan en
levantarse en armas para masacrar el orden constitucional, y a los ciudadanos
que defienden la legalidad.
Pretextando
peligros inexistentes, gobiernos que defienden intereses oscuros e
inconfesables no dudan en llevar a esa Patria, y, por ende, a sus ciudadanos, a
guerras que sólo traen miseria, dolor, y muerte a personas inocentes de los
países que son arrastrados a esa sinrazón. En tanto que, los que se lucran de
la situación se encuentran a salvo en lugares seguros, amasando los beneficios
que les reporta el conflicto.
Mientras que a
delincuentes sociales se les llena la boca de Patria y patriotismo, esquilman
las arcas del Estado, robando, malversando, y llevando a paraísos fiscales su
patrimonio, no contribuyendo con sus aportaciones fiscales a mejorar esa Patria
que tanto dicen amar.
Alegando invasiones
imaginarias, los miserables fomentan el odio y la xenofobia en un pueblo
ignorante que ha olvidado con increíble velocidad y facilidad que hace muy
pocos años éramos nosotros mismos los que “invadíamos” otros países huyendo del
hambre y la miseria.
En nombre de una
supuesta seguridad ciudadana, se criminaliza a niños, cuyo único delito es
haber nacido en el lado equivocado de la raya (frontera), y haber creído en la
publicidad consumista que presenta a los países occidentales como un paraíso
donde todos los bienes están al alcance de la mano. Desconocen, porque nadie se
lo ha dicho, que, si proceden del llamado tercer mundo, en su mayoría acabarán
en un cuarto mundo, más cruel, si cabe, que el tercero, donde, además de
pobreza y desolación, será más patente la desigualdad social.
Aquí quiero hacer
un paréntesis aclaratorio: no por su condición de emigrantes, o por ser menores
no acompañados, son todos santos, pero tampoco son todos delincuentes, e,
incluso, alguno de los que no lo eran al llegar, pueden convertirse en
uno de ellos por falta de oportunidades. La pregunta es ¿En qué colectivo no
los hay?, ¿Es qué entre los “hijos de la Patria”, además de personas honradas,
no hay delincuentes de todo tipo, incluidos los de cuello blanco?
Por último, no hay
que descartar un posible “efecto llamada” motivado por el ejemplo de un
dirigente de la extrema derecha, que gozar de una vida de lujo sin haber
trabajado ni un solo día en toda su vida, y que, dado su constante
exhibicionismo, haga creer a los emigrantes que es un caso habitual y no un
ejemplo de parasitismo social.
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