viernes, 10 de septiembre de 2021

La frase mágica (1)

 



Desde siempre se han asociado frases más o menos complicadas a hechizos y sortilegios para que se cumplieran deseos o condiciones. Se han utilizado desde: “Abracadabra”, supuestamente cabalística, hasta las de películas infantiles como “supercalifragilisticoexpialidoso”. El problema es que ninguna funciona, salvo en los cuentos o leyendas, por mucha voluntad, vehemencia, o intención que se ponga al pronunciarlas, o por mucho que, en un alarde de ingenuidad, se confié en obtener resultados.

¿Quiere decir esto que no hay ninguna frase mágica capaz de mejorar la vida de las personas? Como frase en sí, aunque se repita como un mantra, no la hay. Sin embargo, si verdaderamente se cree en ella, y se lleva a la práctica el deseo, sí que funciona, y sus resultados pueden llegar a ser espectaculares.

Eso sí, repito a pesar de que pueda ser reiterativo: No basta con expresarla. Hay que creer en ella, defenderla, poner los medios adecuados para que prospere, y entonces surgen los resultados esperados.

La frase en cuestión es: “Voluntad política”.

Un ejemplo en positivo: Uno de los acuerdos del pacto de legislatura entre el PSOE y UP fue subir el salario mínimo interprofesional (SMI) en tramos anuales. El primer año hubo voluntad política de las dos formaciones, y se cumplió el acuerdo al haber verdadera voluntad política.

Aunque la aceptación de la voluntad política no quiere decir que se vaya a tener en un tema para siempre. En este caso, tras la crisis producto de la COVID 19, uno de los agentes sociales, acostumbrado a que el gran peso de las crisis económicas lo sufran los trabajadores, se opone a la subida del SMI. Ante estas presiones, uno de los firmantes del acuerdo ha sufrido una merma salomónica en su voluntad política, y parece ser que se va a decantar por una subida, pero menor a la acordada en el documento original. El resultado práctico será que ni sus socios de gobierno ni los agentes sociales quedarán satisfechos.

Aunque pueda resultar anecdótico, resulta muy significativo que, con frecuencia, se juzga, incluso por los medios, el grado de eficiencia de una legislatura por el número de leyes aprobadas, y no por la posibilidad de aplicarlas.

Ejemplos de leyes para quedar bien de cara a “la galería” son las promulgadas en relación con servicios sociales básicos, como la sanidad o la educación, al tiempo que se alardea de una drástica rebaja en los impuestos. Esto podría resultar creíble (en parte) si los responsables políticos se recortaran significativamente sus emolumentos, limitaran el número de asesores, al tiempo que estos no recibieran estipendios de goleador de un equipo de futbol puntero, y, por supuesto, si desmontaran los incontables chiringuitos políticos.

Dado el cuantioso número de leyes que cuando se promulgaron parece que confiaron en su cumplimiento a partir de la fórmula del “abracadabra”, en vez de poner en marcha la voluntad política de cumplirlas, no sería mala idea hacer un repaso más exhaustivo al respecto, pero eso será en una próxima semana.


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