viernes, 17 de septiembre de 2021

La frase mágica (2)


 


La semana pasada, al hablar de la voluntad política, pude dar la sensación de que me refería a la disposición para que llegara a buen fin lo legislado, o, exclusivamente, a la voluntad en positivo. Pero, es tanto  una manifestación de dicha voluntad de que se cumpla lo acordado, como la firme decisión de que no se cumpla, es decir, la voluntad negativa.

En el caso de evitar que se cumpla una ley, hay que apelar a triquiñuelas para evitar que dicho incumplimiento pueda ser objeto de responsabilidades legales. A no ser que lo cometan los mismos que tienen la potestad y responsabilidad de juzgar dicho incumplimiento, como es el caso de la renovación judicial, donde la misma cúpula de dicho poder es, cuanto menos, cómplice del incumplimiento del mandato constitucional de renovarse, llevando un retraso de más de mil días, casi tres años.

Son cómplices porque, por mucho que intenten justificarse, presentándose como víctimas de la situación, mantienen sus puestos y prebendadas por encima del sentido ético, a pesar de que numerosas voces proponen su dimisión en bloque, que forzaría la adopción de soluciones drásticas para desbloquear la situación. Pero no, prefieren desprestigiar la institución, llegando a la denigrante situación de tener que suplir las bajas por fallecimiento de miembros de la Sala de lo Contencioso Administrativo con jueces militares.

No sólo es este caso, hay otros en los que las actuaciones de algunos políticos harían enrojecer al propio Lázaro, y sorprenderían incluso al avisado ciego.

A la Dirección del PP no le gusta la Ley de Memoria Histórica, hay demasiados ancestros implicados que no saldrían bien parados. Pero no se atrevió a derogarla al llegar al Gobierno por el temor a que comparan sus actuaciones con respecto al fascismo con las del resto de partidos de la derecha democrática europea.

La Ley fue, como recordarán, promulgada durante la presidencia del socialista Rodríguez Zapatero. Posteriormente, al resultar triunfador por abrumadora mayoría el PP, su Presidente, el Sr. Rajoy, se encontró en la difícil tesitura de:

A)    Incumplir la Ley conforme a los sentimientos de muchos de sus seguidores, herederos políticos del franquismo, a pesar de las posibles consecuencias legales.

B)    Derogar la ley, acto que legitimaría de facto el fascismo, quedando retratados en las instituciones internacionales como contrarios a una ley que pretendía paliar los efectos más evidentes de las atrocidades cometidas.

C)   Buscar alternativas para impedir su cumplimiento de una manera taimada.

Cómo era previsible, esta tercera alternativa fue la adoptada. No la derogó, pero los fondos económicos presupuestados para su cumplimiento fueron cero euros, como se ufanaban al difundirlo a los cuatro vientos en un alarde cinismo.

Este caso nos enseña que hay un método infalible para distinguir si hay verdadera voluntad política a la hora de promulgar o hacer cumplir una disposición legal, tanto en positivo como en negativo: Consiste en hacer caso omiso de los diferentes debates políticos presentados como el de la nación, la comunidad autónoma, o cualquier tipo de administración, y centrarse en los Presupuestos. En ellos se ve hacia donde se va dirigir verdaderamente la política de la Administración. Todo lo demás son palabras vacías.

¿No se lo creen? Miren en los presupuestos municipales los fondos asignados para contrarrestar actos vandálicos del tipo pintadas, ensuciar la ciudad, o circular por las aceras con bicicletas y patinetes.

 


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