El proyecto de ley
de vivienda está teniendo un efecto terrible en mi estabilidad emocional. Hay
en él al menos dos cuestiones que conturban mi ánimo, y la primera de ellas
está haciendo que se tambaleen muchos de mis esquemas mentales sobre mi
condición social, y también la referida a mi entorno.
Pensaba,
ingenuamente, que tanto yo como mi círculo de relaciones éramos personas con un
aceptable nivel económico, propietarios de una vivienda, o, en algunos pocos
casos, de dos (la habitual, y la llamada segunda residencia). También hay entre
las personas con las que me relaciono algunos que viven en pisos de alquiler, que
padecían de una cierta inquietud ante una probable elevación de éste en una
suma desproporcionada cuando finalizase su contrato de inquilinato.
¡Qué errado estaba!
¡Nada de un buen pasar! No hay ni atisbo de estar al borde de alcanzar la situación
de clase media, símbolo del welfare state. Nos encontramos a solo un punto por
encima de la indigencia total. Con cuánta razón nos tildan de “perrosflauta”!
No poseo 10
viviendas en propiedad, tampoco nadie de mi entorno, ni aún ni el más lejano,
se aproxima ni en forma remota a esta cifra mínima para ser considerado entre
los “grandes propietarios” y sufrir las iniquidades que, según la derecha
española, van a imponer los “socialistas-comunistas-bolivarianos”.
La segunda cuestión
a la que hacía referencia al principio de este escrito viene referida a la
reacciones, y, en su caso, cualidades que ha despertado este proyecto.
Viendo, oyendo, y
leyendo la preocupación que muestra la gente normal (que deben ser “grandes
propietarios”) ante las especulaciones mentales de las terribles consecuencias
que va a acarrear esta ley a los parques de viviendas de los que son poseedores,
alarma que no veo, aparentemente, justificada, me quedo estupefacto. Pero, dada
mi condición de paria social, mi opinión de que dicha ley resulta homologable
con otras medidas adoptadas por gobiernos democráticos de nuestro entorno
geográfico para conseguir frenar la especulación, obtener un número suficiente
de viviendas sociales y publicas para evitar grandes tensiones inflacionistas
en el mercado, o evitar que se vuelva a producir otra burbuja inmobiliaria, carece
de valor.
Entre los “opinadores”
de bar y salón debe haber algún inquilino por vocación, con un poder
adquisitivo muy alto, ya que no muestran ninguna inquietud por el actual
incremento desbocado de los precios de los alquileres, e, incluso, denigran
cualquier actuación que pueda contener la hipotética futura normativa para
detener el incremento exponencial de los alquileres y la carencia casi absoluta
de vivienda social.
Si la abundancia de
grandes propietarios de viviendas me ha sorprendido, y ha servido para
colocarme en el status social que me corresponde, hay otro aspecto que me ha
dejado atónito, y completamente desconcertado: La capacidad de análisis sobre
avances de proyectos de ley que aun no han sido sometidos a su debate
parlamentario.
El Sr Casado, líder
del PP, dice que va recurrir la Ley al Tribunal Constitucional. Es increíble su
capacidad de adivinación. Ya sabe, antes de debatirse, que el proyecto que va a
ser aprobado en las Cortes tendrá
aspectos de dudosa constitucionalidad. Este hombre es un verdadero amante de la
política, y un verdadero PATRIOTA (con mayúsculas). Otro cualquiera, con sus
dotes de adivinación, no estaría luchando por el bien de España y de los
españoles, estaría rellenando papeletas de Bonolotos y Euromillones para amasar
una gran fortuna personal. Lo de invitar al Ex Presidente francés, al ex
Canciller austriaco, y al presunto defraudador hispano-peruano no ha sido un
fallo, como dicen las malas lenguas, fue para disimular y no abusar de sus
dotes adivinatorias pues quiere jugar limpio y no aprovecharse de sus
sobrenaturales dotes. Ya que no me creo el bulo de que los invitó la Sra. Ayuso
para “ayudar” a su Presidente.
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