Se dice, y con mucha base, que: “Todo
pueblo que quiere su independencia, al final la obtiene”. Entiendo que esto es
verdad, pero creo que sería más correcto expresarlo del siguiente modo: “Todo
pueblo que verdaderamente quiere su
independencia, al final la obtiene”.
Por eso, creo que los ciudadanos nos
deberíamos plantear las siguientes preguntas: ¿El pueblo catalán quiere, verdaderamente,
su independencia?, ¿Por una parte, están siendo manipulados por la antigua C.D.C.
en su intento de huida hacia adelante por los escándalos financieros de la
familia Pujol y de algunos antiguos dirigentes más del citado partido?, ¿Acaso es
una reacción natural contra la actitud, en mi opinión torpe, de los partidos
que se auto titulan constitucionalistas?, ¿No sería clarificador hacer un
referéndum pactado?
Si nos fijamos en las encuestas
anteriores al gobierno del Sr. Rajoy, o, aún mejor, a en las realizadas
tras la polémica sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut
d’Autonomía, el número de catalanes que se consideraba sólo catalán y nada
español rondaba entre un 10 y un 15 %. La gran mayoría se consideraban
catalanes y españoles, con mayor o menor vinculación afectiva a una de las
partes. Si esta consulta la realizáramos hoy, sin “cocinas” distorsionadas por
partidismos espurios ¿Nos daría el mismo resultado? Estoy convencido, pero es
una valoración muy subjetiva y no avalada por ningún tipo de datos empíricos,
que la proporción actual de los independentistas estaría muy cercana al 50%.
¿Cuál ha sido la causa para este vuelco?
Básicamente el sentimiento como pueblo de ser discriminados y perseguidos. Si
nos fijamos en el que podríamos considerar como origen del vuelco, la sentencia
del Tribunal Constitucional, encontramos una discriminación flagrante:
artículos que fueron declarados inconstitucionales en su Estatut, pasaron sin
problemas en los Estatutos andaluz y valenciano ¿No es un caso claro de
persecución? Esto, apoyado por una propaganda, más o menos demagógica, en torno
a la financiación de las autonomías y las transferencias recibidas, fue una
verdadera fábrica de independentistas. Por no hablar de actitudes y comentarios
de diferentes dirigentes del PP, como el Sr. Wert y su frase de:”españolizar a
los niños catalanes”.
Pero creo que la más absurdo de la
situación es la negativa del PP y del PSOE a dialogar con los independentistas
en una rivalidad por demostrar cuál de los
dos partidos es más defensor de “la sagrada unidad de España”, judicializando
cualquier discrepancia con los partidos catalanistas en vez de optar por el
diálogo político, olvidando que, precisamente, su obligación como elegidos por
los votos es resolver los problemas y discrepancias políticas. Con esa actitud
se crea un enfrentamiento entre “políticos centralistas” y “políticos
independentistas” que nos lleva a un enfrentamiento sin posibilidad de acuerdo.
Los independentistas han entrado en una
espiral que no tiene vuelta atrás y que nos lleva a una ruptura en fecha muy
próxima. Mientras tanto ¿Qué hacen PP y PSOE? Negarse a dialogar, e, incluso,
descabezar a un Secretario General por intentar establecer un principio de
acuerdo.
Esta actitud me parece que no lleva a
ningún lado dada la posición actual de ignorar las sentencias dimanantes del
anteriormente citado Tribunal por parte de los estamentos catalanistas.
¿A qué esperan ambos partidos? ¿A que los
catalanes se declaren unilateralmente independientes para enviarles a
continuación a la División Acorazada Brunete?
Claro que en el caso del PSOE, según me
comentaba hace unos días un ex militante, tiene su lógica: Si ya no le quedan
obreros no es socialista, y si deja de ser español ¿Qué
le queda?
Publicado en El Periscopi el 21 10 2016