La semana próxima
es lo que se llama Semana Santa, a pesar de que también se podría llamar: la
Semana de unas Segundas Vacaciones (para
quienes se las puedan permitir).
En principio, no
tengo nada que objetar contra esta
semana de tantas connotaciones religiosas, y, aquilatando más aun, contra las
procesiones que en nuestro país, y en algunos otros lleva aparejadas como son
las procesiones.
Puedo comprender
que el fervor religioso de los fieles católicos necesite realizar penitencia. Puedo
comprender que algunos no tan fieles quieran lucirse con sus trajes kukuclanescos.
Puedo comprender que son atractivo turístico, y sirven para mostrar que el
medievalismo no solo permanece en calles, casas, e iglesias. Si no que también
permanece en las mentes. Puedo comprender todos los argumentos que se utilizan para
defender esta manifestación festiva – penitente- religiosa, y también todas las
que se puedan utilizar en un futuro, pero…
Entiendo muy bien,
y hasta cierto comparto, que quieran manifestar sus sentimientos religiosos, o
bien escenificar el aspecto folklórico que tienen sus procesiones
Pero yo me pregunto
¿No tiene la Iglesia Católica de España sus propios recintos? Si, esos hermosos
y monumentales recintos, muchos de ellos adquiridos por la Ley que les otorga
el derecho a la inmatriculación (Ley de difícil encaje legal, y, ya de paso que
estamos, por los cuales no pagan el IBI) con el suficiente espacio para dar
todas las vueltas que les apetezca, y lógicamente, aprovechando la exención de
impuestos, cobrar entradas para ver a personas cargadas de cruces y pesadas
cadenas a los pies. Píenselo, que puede ser un buen negocio.
Repito, por si no
ha quedado claro, no estoy en contra de
las procesiones, es más, he dado una idea para que las iglesias recauden más
dinero. Lo que no me parece bien es la ocupación, en mi opinión de forma abusiva, de lugares que son, o al menos
deberían ser, de uso de los ciudadanos, creyentes de esa religión o de
cualquier otra fe, e, incluso, de los agnósticos y de los impíos ateos.
No se debe olvidar
que muchos ciudadanos, el único ejercicio que realizan diariamente es caminar,
que es necesaria, según los médicos, esta práctica para conservar la salud, y, que, además, tiene
la virtud de no contaminar ni fomentar el calentamiento global.
Bueno, pues ese
esparcimiento saludable viene alterado por las procesiones, ya que, además de
tener que evitar muchas vías ocupadas por las cofradías y sus penitentes,
tenemos el grave peligro de resbalar y caer
a consecuencia de los rastros de cera
que van dejando a su paso. Teniendo en cuenta que si una caída siempre puede
tener consecuencias indeseadas en personas de edad, estas consecuencias pueden
ser muy graves.
Además de estos
problemas de ocupación de lugares públicos, y de los daños que pueden ocasionar
en la salud, hay motivaciones económicas, a saber:
¿Por qué tenemos
que pagar todos, católicos y no católicos, la limpieza de la mencionada cera?
¿Por qué la Sanidad
pública, que también pagamos todos ya sean católicos como si no lo son, tiene
que afrontar los gastos sanitarios derivados de las caídas?
Por favor, si
alguien piensa que se justifican por la tradición religiosa, antes de escribir
opiniones, que recuerda que quemar en la hoguera y de formas pública a
herejes y brujas también se justificaba así. Gracias por atender a esta
recomendación.
Y ahora un ¡Hasta
luego!, que quiero aprovechar para dar un paseíto antes de que la semana que
viene comiencen las procesiones.