En
estos días de orgías de penitencia pública, de masoquismo: en forma de
cilicios, auto flagelaciones y de un exhibicionismo de religiosidad de jaleados por unos fieles que
se olvidan de sus creencias el resto del año.
El fanatismo
más trasnochado, invade nuestras vidas, calles cortadas, remedos de Ku Kus
Klan invadiendo los espacios públicos,
en lugar de manifestarse en sus lugares de culto, la televisión nos muestra en
sangrientos “Reality Show” con un surtido de empalados, picados e incluso crucificados en una competición
siniestra de realismo gore.
Pues
bien, coincidiendo con estos días, surge la voz del párroco de Ca’n Picafort: Pere
Fiol con su obscena defensa del pederasta antecesor en su cargo justificando su
delito en que la niña abusada ha tenido diversos compañeros. ¿Puede una persona
honesta acusar a una niña de 12 o trece años por haber sido la victima? ¿A qué
mente depravada se le puede ocurrir semejante dislate? ¿A que espera el
Obispado a tomar medidas contra este otro violador y pederasta en potencia? Por
una vez que la jerarquía Católica ha actuado casi correctamente, tarde pero
correctamente, ¿Va ahora a volver a su ancestral política de esconder la cabeza
en tanto amainan las críticas?
En otro
orden de situaciones, pero también por verter opiniones menos entusiastas, hay condenados por
Exaltación de Terrorismo.
Por
último para sobrevivir con una cierta salud mental a estos días, siempre releo
a Bertrand Russell y su: “Por qué no soy
cristiano” obra de la que me permito
dejar alguna de sus frases: “Creo que
todas las grandes religiones del mundo el budismo, el hinduismo, el
cristianismo, el islam y el comunismo son a la vez mentirosas y dañinas”, “un
nuevo argumento moral de la existencia de Dios, el cual en diversas formas fue
extremadamente popular durante el siglo xix. Tiene toda clase de formas. Una de
ellas es decir que no habría bien ni mal si Dios no existiera. Por el momento no
me importa el que haya o no una diferencia entre el bien o el mal: esa es otra
cuestión. Lo que me importa es que, si se está plenamente convencido de que hay
una diferencia entre el bien y el mal entonces uno se encuentra en esta
situación: ¿esa diferencia se debe o no al mandato de Dios? Si se debe al
mandato de Dios, entonces para Dios no hay diferencia entre el bien y el mal, y
ya no tiene significado la afirmación de que Dios es bueno”
Creo
que muchos han leído el mencionado libro, pero es posible que hayan olvidado
alguno de sus capítulos, por ello, me permito recomendarlo como terapia para estos días
Publicado en El Periscopi el 23 03 2013