lunes, 13 de julio de 2015

Impresiones



No soy ni tan pedante ni tan presuntuoso como para pretender hacer un análisis serio y responsable de la situación socio política y financiera y de la situación en Hungría y la República Checa tras mi breve instancia en ambas capitales y en algunos pueblos en los que he pasado unos días de vacaciones.

Solo pretendo mostrar mis impresiones de viajero, al encontrarme con un entorno distinto al habitual y tratar de mostrar objetivamente algunos aspectos que he encontrado muy diferentes con respecto a viajes anteriores, ya que en Praga estuve en el año 1987, posteriormente en 1998. En Budapest solo lo visité en el 1998 y ahora. Quizás lo que más me ha extrañado, es la evolución lingüística de la población. En mis anteriores estancias, el inglés era un idioma prácticamente desconocido para la población. Fuera de los hoteles con clientela internacional, no se hablaba ni se comprendía. Hoy es un idioma, con el que te puedes desenvolver en cualquier parte, no solo en establecimientos más o menos dirigidos al turismo sino en cualquier lugar. Se puede abordar a la gente en la calle, especialmente para recabar información sobre la situación de un lugar o incluso sobre otros aspectos cotidianos y el porcentaje de probabilidades de que te entiendan hablando inglés es altísimo. Bueno, todo hay que decirlo, en Praga, también tienes muchas probabilidades que te contesten también en Inglés, pero pueden ser turistas  que no conocen el lugar por el que preguntas.

En otro orden de cuestiones observadas, tanto en Praga, como en Budapest, existe la, controvertida en Mallorca, tasa turística, aunque el criterio de aplicación es radicalmente distinto. En Budapest, se carga con un cuatro por ciento todos los servicios que se realizan en el establecimiento hotelero mientras  en Praga dicha tasa es un fijo por persona y día. Pero lo que podría resultar un tanto anecdótico, es que los grandes dirigentes que detentan el Poder en nuestras islas, los hoteleros, que ordenan a la clase política que no cobren ningún tipo de tasas turísticas, ya que caerían todas las plagas bíblicas sobre nosotros y nuestros descendientes, pues los turistas en bloque dejarían de visitarnos. Curiosamente, estos mismos hoteleros, que aquí se  oponen (por nuestro bien) a  cualquier tipo de gravamen y sobre todo a ser recaudadores,  son los mismos que allí las recaudan sin ningún tipo de resquemor y se puede constatar que no se ha hundido ninguna de las dos ciudades y el turismo no para de crecer. De hecho, actualmente Praga es la quinta capital europea más visitada. Conviene hacer hincapié que los hoteles en los que me alojado son de titularidad española.

Digno de tenerse en cuenta, es  que en Budapest, la cuestión del cálculo para la determinación  de la tasa resulta algo complicada. El porcentaje, se aplica a todos los servicios ofertados por el establecimiento: habitación, comedor, bar, mini bar y cualquier otro. Además, se aplica sobre el  precio oficial de las habitaciones, que puede no ser el mismo que el abonado en la agencia de viajes, pues la tarifa puede variar en función del día de la semana, temporada o de eventos locales. ¿Se imaginan como se pondrían alguno de los hoteleros si se pretendiese imponer aquí un sistema como el que tienen allí?

Por último un detalle, que a mi particularmente me dice que el Sr. Rajoy y sus acólitos no tienen mucha idea de cómo está la realidad de la situación laboral en este país, es el siguiente. En otros viajes anteriores por diferentes ciudades, siempre he encontrado que  el personal de limpieza de las habitaciones  y el que retiraba los servicios en los buffets de los desayunos, eran mayoritariamente de ascendencia asiática e incluso de los países menos desarrollados del este de Europa. Pues bien, en uno de los hoteles, concretamente en el de Budapest, esos trabajos eran ocupados en gran medida por personal español. Estoy hablando de Hungría, que no es precisamente un país con un altísimo nivel de vida

Publicado en El Periscopi el 13 07 2015

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