Permítanme que hoy les cuente un cuento,
ya que, si dijera que son hechos reales, nadie se lo podría creer, así que con
el permiso de todos Vds. comenzaré:
Erase una vez un país, al que llamaremos
España, donde sus moradores sufrían duros recortes en educación, en sanidad, y
en derechos sociales; donde el índice de pobreza aumentaba; donde conseguir un trabajo
no suponía abandonar la pobreza; y en el que una gran parte de sus dirigentes,
en combinación con empresarios, malversaban el dinero público y se enriquecían
de forma ilegal. Un día hubo elecciones para burgos y aldeas y, aunque
incomprensiblemente volvieron a ganar los mismos opresores de siempre, en
algunos lugares y lugarejos la unión de muchos contra ellos consiguió desalojarles
de sus poltronas. Los nuevos ocupantes empezaron a barrer debajo de las
alfombras, a abrir ventanas, cajones y armarios. Salió tanta suciedad y tanta
cochambre que hubo que llamar al Justicia de cada lugar para que se hiciera
cargo de los problemas sanitarios que amenazaba con destruir, cuando no lo
habían hecho ya, a todo el tejido social. Poco a poco, y con grandes
dificultades, se comenzó a recomponer todo lo destruido y a sanear lo
recuperable.
Pero la cosa no acaba aquí. Al cabo de
unos meses hubo elecciones en el Reino y, a pesar de lo que se había
descubierto, volvieron a ganar los que habían esquilmado el país. El Rey,
siguiendo un anticuado libro llamado Constitución, citó en su palacio a todos
los adalides de las diferentes banderías y, tras escucharles, encomendó al Jefe
de los que habían gobernado hasta ese momento que siguiese al frente de los
destinos del Reino. Él, de forma poco gallarda, dijo que no se atrevía, que se
retiraba a un lado, pero sólo un poco, lo suficiente para estorbar, ya que
sabía que sólo contaba con sus huestes y, en el mejor de los casos, com unos
jóvenes continuadores suyos que se hacían llamar Ciudadanos. Sin embargo, sus
políticas sociales, la manera despótica de utilizar su mayoría absoluta, la
confrontación contra todos, su pésima gestión de la llamada cuestión catalana, su
modo de dejar pudrir los problemas sin intentar abordarlos, y las mentiras
continuadas completamente increíbles hacían imposible, para cualquier grupo que
no se quisiera inmolar en la pira públicamente, facilitarle la investidura. No
cito aquí el tema de la corrupción ya que se merece, no un párrafo aparte como
haré aquí, si no más cuentos de los que hay en “Las mil y una noches”.
El Rey volvió a llamar a todos, y tras la
sorprendente declaración del señor de Podemos anunciando que apoyaría al
Caballero Sánchez, Duque de PSOE, encargó a este que se hiciera cargo de los
asuntos del reino, si consiguía reunir huestes suficientes para tal menester. Y
en eso está.
Mientras tanto ¿Qué hace el caudillo de
las tropas populares? Lo esperado: sentirse ofendido, mandar a la Brunete
Mediática a intentar socavar las posibilidades del aspirante a ser el nuevo
dirigente del país, y manifestar que el único gobierno legítimo sería uno
presidido por él, ya que ha tenido más votos. No es capaz de comprender que, en
democracia, la mayoría se obtiene por la suma de escaños que pueden llegar a
apoyar a un gobierno y no por el número de escaños que en solitario puede tener
una formación, excepto si ésta alcanza la mayoría absoluta.
El Caballero Rajoy, en su ceguera
política, es de los que se contradice a sí mismo, ya que, por una parte,
manifiesta que los casos de corrupción han restado muchos votos a su partido,
pero preguntado si los casos aflorados influyen en el tema para volver a ser
der nuevo Presidente, dice que en modo alguno.
¡Si hasta la Noble Dama Esperanza Aguirre
ha dimitido!, aunque sea en diferido como es costumbre hacer las cosas en el
PP, por los casos en el Burgo donde era defensora del castillo ¿Qué tendría que
hacer el Mandamás nacional al haber infinidad de casos en todos los Burgos y Virreinatos?
¿Sólo son unas manzanas podridas? Si la sidrería “La Asturiana” comprara un
contingente con esa proporción de manzanas podridas, o quebraría, o tendría que
dedicarse a fabricar cerveza, ya que sidra sería imposible.
La única solución que tienen las tropas
populares es que el dragón que tienen encerrado en el fondo de la FAES salga al
exterior y diga entre llamaradas de fuego: “¡Váyase Sr. Rajoy!
Y colorín colorado, este cuento, por desgracia,
no ha acabado
Publicado en El Periscopi el 19 02 2016
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