Vivimos en la cultura de lo light (así
con anglicismo ya que, visto lo visto), aunque el nombre más adecuado sería: la
cultura de los sucedáneos y de la desnaturalización, pues tomamos mayonesa sin
huevo, café sin cafeína, leche sin grasa, refrescos dulces sin azúcares, y un
sinfín de despropósitos de esta misma índole. Tan metidos estamos en esa
cultura, que se firman pactos contra la corrupción en los que no se toman
medidas contra ella, y se redefine el concepto con el beneplácito de una parte
muy significativa de los partidos con una gran presencia en la Cámara de los
Diputados, formaciones que pretenden la investidura del Sr. Rajoy como Presidente
del Gobierno de la nación.
La Real Academia de la Lengua Española en
su Diccionario recoge como cuarta acepción de la palabra corrupción la
siguiente definición: “En las organizaciones, especialmente en las públicas,
práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en
provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”. Pero la pregunta es
¿Qué pinta la Real Academia definiendo algo? ¿Acaso tenemos que hacer más caso
a los académicos?
Si PP y C’s definen lo que es corrupción con unos
criterios diferentes de los de la Real Academia de la Lengua, ¿A quién tenemos
que hacer caso, a los elegidos por unos millones de votantes, o a un pequeño
número de personas cuyo único mérito es defender la cultura y la lengua, que
además son intelectuales que son cooptados por ellos mismos? Si al menos fuesen
deportistas de élite, especialmente futbolistas, que marcan tendencias de
opinión con sus declaraciones aireadas en todos los medios…
¿Quién conoce a D. Víctor García de la Concha, que es su
director honorario y cuya profesión es historiador de la literatura? Nadie. No
sabemos si lee el Marca, ni cuál es su equipo de fútbol favorito. En cambio,
del candidato a Presidente del Gobierno sabemos los deportes que le gustan, cuál
es el equipo de futbol de sus amores, y que tiene una resistencia aguantando el
tipo mientras suelta mentira tras mentira digna de algunos presentadores de
ciertas televisiones.
Pero no solo el Director Honorario es un perfecto
desconocido, ¿Qué decir del Director ejecutivo D. Darío Villanueva? Pues que
nadie sabe cuál es su aspecto. Que, seguramente, no es tan guapo y ni tan elegante
como el Sr. Rivera, que, además, lució cuerpo desnudo para evidenciar que no
tenía nada que ocultar, aunque malas lenguas aseguran que tampoco tenía nada
que ofrecer.
En conclusión, ¿Sirve para algo mantener toda la infraestructura
de la Real Academia de la Lengua si vamos a cuadrar las definiciones a los
intereses de los políticos? Seguro que sus salones, una vez desocupados por esa
antigualla de la Academia, serían un excelente escenario para un nuevo Reality
Show de Tele 5, que, a no dudar, tendría un éxito de público muy superior al
que obtiene el trabajo que se desarrolla en la actualidad.
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