viernes, 9 de junio de 2017

El Régimen




Doy por supuesto que la encuesta publicada en el diario Ultima Hora el pasado fin de semana está hecha con todas las garantías, no está manipulada, y, por tanto, es representativa de la opinión del pueblo de les Illes Balears. Me voy a referir a los datos del sábado tres de junio.

La primera lectura que hago de los resultados me produce miedo y preocupación, ya que, según se desprende de ellos, se está pidiendo a gritos  una dictadura de tipo franquista, más o menos extrema, y eso tanto por los que se manifiestan de izquierda-centro-izquierda como los que se proclaman de derecha-centro-derecha (aunque ligueramente más por estos últimos).

Que el Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil sean considerados como las instituciones más valoradas, a pesar las prerrogativas que les otorga la llamada ley mordaza, es síntoma de que la ciudadanía añora los tiempos en los que la ley no era tan garantista como la actual. Cuando no se podía, al igual ahora, fiscalizar sus actuaciones, ni se podía, ni se puede, grabar los posibles abusos de fuerza en la represión de manifestaciones, o cuando realizan hipotéticas actuaciones inaceptables en un estado de derecho,  que deberían repugnar a cualquier demócrata. Además, esta valoración se realiza en unos momentos en los que no ha habido atentados terroristas en nuestro suelo, circunstancia esta que podría crear un  cierto histerismo colectivo debido al terror, lo que podría justificar un deseo de mayor seguridad y de potenciar las acciones de la policía.

Cierto es que los citados cuerpos de seguridad han tenido actuaciones brillantes, especialmente, en el caso de la corrupción, pero creo que nos deberíamos hacer una pregunta: Si tan llamativo era el enriquecimiento de algunos de los personajes que van apareciendo en las diferentes tramas ¿Cómo es que no actuaron antes, y si ahora en que muchos de los casos han prescrito?

Por otro lado, está misma policía, que no las mismas personas, está siendo investigada por la creación de una presunta policía patriótica, cuyo encaje legal resulta cuando menos problemático.

De la segunda institución más valorada, poco puedo y quiero decir, solo que, a pesar de las declaraciones muy fuera de lugar de alguno de sus oficiales destacados, de la presencia de símbolos del anterior régimen, y de algunos desajustes institucionales, especialmente en casos de igualdad de género, y de  financiación y su control, está cumpliendo con lo estipulado en el ordenamiento jurídico. Pero ¿Esto es motivo suficiente para su alta consideración?, ¿Está haciéndolo mucho mejor que los profesionales de la Sanidad Pública, a pesar de los recortes económicos?, ¿O que los docentes de la Enseñanza Pública en cualquiera de sus niveles, también objeto de grandes recortes económicos ?, ¿No es esto un síntoma de que preferimos un sistema muy jerárquico y fuerte a los beneficios del estado del bienestar?

Hasta aquí he hablado de los mejor valorados, y ya da miedo por las preferencias y valoraciones. Pasemos ahora a los resultados de los que peor consideración tienen por parte de los ciudadanos ¿O tendría que decir súbditos?

Casualmente, o quizás no, son las instituciones más denostadas en tiempos de la dictadura del General Franco: los partidos políticos y los sindicatos.

No voy a tratar de decir que ambas instituciones sean un dechado de virtudes y que estén exentas de culpa alguna, pero creo que  sobre el tema de los partidos debería introducir algunas consideraciones personales, ya que el tema de los sindicatos lo abordé en mi escrito publicado el día 12 del pasado http://elperiscopi.com/pensamientos-al-filo-del-1o-de-mayo-ii/ En el tema de los partidos creo que tenemos que resaltar el gran triunfo del franquismo sociológico en dos versiones fundamentales.

a)      Se asimilado el lema - mantra de: “La política para los políticos”. Por ello no se participa activamente en la vida política del día a día, limitándose a votar de una forma acrítica a “nuestros colores”, sin importar cómo han realizado su labor, si cumplen sus promesas electorales, si son coherentes con lo que dicen defender, o sin son honrados y honestos. Todo se limita, a la postre, a hacer “críticas de café”, pero se es completamente incapaz de castigarlos con votos contrarios. No importan sus actuaciones, se les vuelve a votar, o en casos muy extremos, se opta por la abstención.

b)      La otra vertiente es típica de todas las formaciones de tipo dictatorial: se intenta no ver el delito, o, incluso, se niega su existencia, por evidente que sea. Entonces, ante la negación, este no existe. Basándose en el estúpido argumento de que el sistema (partido, dictador o cualquier otro) necesita una simple apariencia de honestidad, y que, al ser cuestionada esta, se derrumba todo, cuando la tozuda realidad se empeña en demostrar lo contrario, es decir, que lo que fortalece a la democracia es atajar cualquier atisbo de deshonestidad, en vez de esconderlo bajo las alfombras.

Por encima de todo, lo que no se puede hacer por parte de la ciudadanía es dejar abandonados a su suerte a los partidos y sindicatos, que son nuestra representación democrática, y, sobre todo, no premiar conductas de dudosa legalidad y nula ética, ya que, si lo hacemos, nos encontraremos, como ya nos está pasando, con el saqueo sistemático de los caudales públicos, pasando a bolsillos privados los deseables beneficios para la sociedad. E indefectiblemente, esto nos llevaría sin remedio a un régimen dictatorial, más o menos disfrazado de democracia parlamentaria. Y aquí me surge una duda ¿No habremos llegado ya a esa situación?
Publicado en El Periscopi el 09 06 2017

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