O lo
estamos haciendo mal, muy mal, rematadamente mal, o aceptamos que la Teoría de
la Evolución de las Especies nos la tenemos que replantear ya que, en caso
contrario, no acaba de entenderse el caso de los sucesos de Barcelona y
Cambrils. Y no me refiero solo a la actuación de los islamistas radicales.
Algo
tenemos que estar haciendo mal, muy mal, rematadamente mal, para que jóvenes,
que han estudiado en nuestras escuelas, que han vivido en una sociedad
permisiva y supuestamente tolerante, con independencia de lo que vieran en sus
casas, decidan en un momento determinado radicalizar sus creencias
religiosas, olvidar todo lo referente al respeto a las vidas humanas, considerar que en nombre de unas creencias
sea imprescindible asesinar a cuantas más personas mejor, perdiendo la
objetividad y la perspectiva del modelo de convivencia en el que crecieron.
Es
cierto que algunos han estado en prisión por delitos comunes, para nada
relacionados con sus creencias, y que, ante estas circunstancias, pudieron
generar un odio a la sociedad que pudo abocar en una radicalización posterior.
Pero no todos han estado en prisión, mayoritariamente no han tenido una
infancia desestructurada. Es más, todos o casi todos ellos, han vivido en
familias convencionales, con un padre, una madre y hermanos, ese tipo de
familias que, según las creencias más conservadoras, es la ideal para la
educación y formación de los hijos.
Aunque
tampoco podamos descartar que la evolución no tenga porqué ser un vector, y que
se quiebre su trayectoria, realizando retrocesos y cambios de sentido de forma
aleatoria.
A pesar
de que escribo este comentario a raíz de los recientes atentados de Barcelona y
Cambrils, el análisis podría servir para todos y cada uno de los atentados
yihadistas ocurridos hasta ahora, pues los perfiles de los autores van un tanto
en paralelo en los atentados ocurridos a lo largo de toda Europa, no citando
los ocurridos en otros países, generalmente de mayoría islámica, por no haberse
difundido los perfiles de los terroristas.
Aunque
no se pueda afirmar que tengan un origen en el que sea consecuencia el uno del
otro, lo que es cierto es que el radicalismo religioso y la xenofobia discurren
en cauces paralelos, pero con numerosos puntos de encuentro, hasta el punto que
ambas conductas se retroalimentan ¿Qué duda cabe de que mucha parte de la
radicalización es debida al rechazo que perciben ante su religión, etnia y
costumbres?, ¿Qué duda cabe de que la xenofobia crece a raíz de hechos como los
atentados? Pero también cabe preguntarse ¿Acaso la xenofobia no existe o ha
existido en periodos en los cuales no había terrorismo? Esta pregunta cabe hacérsela a la inversa, y
llegaríamos al mismo resultado. De ahí mi afirmación de que una conducta no es
consecuencia de la otra.
Por
otra parte, viendo las reacciones que aparecen en las redes sociales sobre el
uso del catalán en Catalunya (no lo olvidemos) por parte de algunas autoridades
políticas y de los Mossos d’Esquadra, la teoría de la dirección errática de la
evolución del género humano cada vez se me hace más
atractiva y plausible.
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