viernes, 20 de abril de 2018

El síndrome infantil



No, este escrito no tiene nada que ver con tiernas criaturitas, si no con Infantes o, para ser más preciso, con Infantas, ya que sus actuaciones han dado lugar  a un síndrome que se caracteriza por el siguiente cuadro clínico: Personas aparentemente muy preparadas, y con responsabilidades varias, en un dado momento se vuelven ignorantes, y con una grave pérdida de memoria, que llega a ser preocupante, e, incluso, se podría confundir con el Alzheimer, si no fuese por su condición selectiva, ya que solo se olvidan o desconocen las consecuencias de  aspectos muy concretos de sus actividades.

Cierto es que, anteriormente, ya se habían dado casos semejantes en personas de gran relevancia social y política, como le ocurrió a nuestro ex Presidente del Gobierno D. Felipe González, el cual solo se enteraba de los escándalos financieros, o de cualquier otro tipo, al leer los periódicos, pero que nunca fue capaz de detectarlos personalmente, a pesar de que se sucediesen en su propio entorno.

Sin embargo, el caso más relevante, y el ha dado nombre al síndrome en cuestión, ha sido el de la Infanta de España, Dña. Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia, que, en el transcurso de la instrucción y del juicio a que fue sometida, junto a su marido, a su ex socio y esposa,  y a una serie de personajes de la política, no fue capaz de recordar ninguna de sus actuaciones en el Instituto Noos y/o de las responsabilidades que pudiese tener como dirigente nominal del citado Instituto. En su caso, además, desconocía todo el mecanismo de funcionamiento y financiación  del complejo sistema creado, y del cual ella era una de las dirigentes, como consta en sus más de quinientas contestaciones de no recuerdo o no lo sé. Es conveniente recordar aquí , para ver la gravedad de los síntomas, que ella es Licenciada por la Universidad Complutense, y no por la Universidad Rey Juan Carlos, en Ciencias Políticas, y que realizó un Máster en Relaciones Internacionales , tampoco en la mencionada URJC, si no en la Universidad de Nueva York.

Pero no se crean que el síndrome de marras afecta únicamente a personas de sangre real. Afecta indiscriminadamente a nobles y plebeyo. Podría citar innumerables ejemplos desde que se ha tipificado la enfermedad, pero citaré solo dos casos, por ser de plena actualidad, y porque afectan a dos señores que, por pertenecer a un partido político que se define como republicano (otra cosa son sus actuaciones), están muy lejos, o al menos deberían estarlo, de tener “sangre azul”, y las consecuencias que esta circunstancia puede acarrear debido a consanguinidades.

Me estoy refiriendo a los ex Presidentes Autonómicos de Andalucía, Srs. Chávez y Griñán. Los dos coinciden en que sabían de la existencia de los ERE’s, pero  desconocían la forma y los requisitos para otorgarlos, y mucho más aún que se concedieran de forma fraudulenta. Culpan, si es que alguien es culpable, a sus Consejeros, que tenían la obligación de controlarlo. Claro que, por culpa del malhadado síndrome, se olvidan de quienes nombraron a esos Consejeros, y de que los más de 750 millones de euros repartidos son algo más que calderilla, y,  por tanto, hace falta un seguimiento exhaustivo de esas partidas. Bueno, también se olvidan de su responsabilidad política. Pero hoy en día ¿Quién tiene en cuenta la responsabilidad política?

Como no quiero ser víctima del síndrome yo también, tengo que recordar que los casos que he citado están relacionados con  acciones judiciales por posibles actuaciones de carácter penal, y que, por tanto, en vez de ser un síndrome, quizás fuese una estrategia de defensa, ya que nuestra legislación admite que un procesado mienta, si considera que con ello  mejora su defensa. Como siempre digo, soy una persona muy ingenua, y no puedo creer que una miembro de la Familia Real, cuyo objetivo es ser el representante del Estado, o que dos socialistas del partido que alardea de tener una trayectoria de más de 100 años de honradez, utilicen argumentos que, a pesar de ser legales, carecen de toda validez ética.


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