viernes, 21 de diciembre de 2018

En estas fechas



Cualquiera que quiera pensar en el tema podrá llegar a la conclusión de que el veinticuatro de diciembre no puede ser la fecha real en la que naciese Jesús de Nazaret. Solo hay que echar mano a la climatología. Es cierto que en verano Belén y sus alrededores son lugares muy cálidos, pero en diciembre las noches son frías y los pastores no tendrían a los rebaños por la noche a la intemperie. Los resguardarían en sus rediles. Por tanto, el escenario que narran las Escrituras cristianas no puede corresponder a la fecha en que se celebra el nacimiento, y no debemos olvidar, por otra parte, que en ningún momento las citadas escrituras hacen mención directa a la estación en la que ocurrió el hecho.

Más bien, todo apunta que fue un intento, muy logrado por cierto, de incorporar las fechas señaladas de las celebraciones pre cristianas a las tradiciones y festividades del cristianismo, logrando así que celebraciones tan arraigadas en el pueblo pudiesen tomar una identificación con la nueva religión, en este caso, la celebración del solsticio de invierno, y el nacimiento de Jesús.

Lo que es cierto es que por estas fechas, bien sea por atavismos de un paganismo latente, o por la tradición de siglos de cristianismo, y, por qué no decirlo, por el nuevo impulso dado por los templos del consumismo, estas fechas se han rodeado de un halo, a veces artificial, de deseos de paz y fraternidad, tanto por parte de los creyentes en el cristianismo, como de los no creyentes.

Un tanto imbuido por ese ambiente, no tengo ganas de reiterarme en las críticas a las políticas liberales, ni a los avances sociales que anuncia el Gobierno, y a sus posteriores retrocesos, tampoco  en la situación en que se encuentra Catalunya ¡Ya habrá tiempo y fechas más adecuadas!

Hoy me voy a permitir hablar de la fraternidad posible entre los distintos pueblos, nacionalidades y creencias. Abusando de la buena voluntad de los lectores, voy a narrar un hecho esperanzador que, junto con el resto de voluntarios que nos dedicamos a enseñar castellano a los emigrantes, vivimos el pasado martes día 18.

Hay que decir que, a pesar de que el perfil mayoritario del  alumnado es mujer, magrebí, de unos 40 años, casada y con varios hijos, este perfil se está diluyendo ya, y, a pesar de que aún son mayoría, cada vez hay más alumnos varones, y también se diversifican los orígenes y las religiones de los mismos. Indios, paquistanís, laosianos, filipinos, europeos del este, y sud saharianos comienzan a estar muy presentes entre las nacionalidades de origen. Sijs, budistas, y cristianos (tanto católicos, reformistas u ortodoxos) han roto la hegemonía de los islámicos.

Pues bien, a pesar de la disparidad existente entre ellos por su origen, cultura o religión, en la pequeña fiesta que, como todos los años, celebramos con motivo oficial del fin trimestre, y que coincide con las vacaciones navideñas, el espíritu que imperaba era de armonía y concordia. Nadie intentó imponer su criterio, e incluso, por primera vez, el colectivo de voluntarios canto un villancico, que previo ensayo in situ de los alumnos del estribillo, todos corearon con entusiasmo.

La xenofobia es debida en gran parte al miedo a lo desconocido, y la mejor manera de erradicarla es tratar con esos desconocidos, y ver que tienen los mismos problemas, las mismas inquietudes, y los mismos deseos que nosotros, que pueden diferir en algunos rasgos físicos, pero que tienen el mismo tipo de sentimiento que nosotros.

Cierto es que hay grupos o individuos que buscan potenciar ese miedo y esa desconfianza por intereses propios, generalmente inconfesables, pero de ellos hablaremos en otra ocasión

¡Felices fiestas, celebren las que celebren!


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