Cualquiera que
quiera pensar en el tema podrá llegar a la conclusión de que el veinticuatro de
diciembre no puede ser la fecha real en la que naciese Jesús de Nazaret. Solo
hay que echar mano a la climatología. Es cierto que en verano Belén y sus
alrededores son lugares muy cálidos, pero en diciembre las noches son frías y
los pastores no tendrían a los rebaños por la noche a la intemperie. Los resguardarían
en sus rediles. Por tanto, el escenario que narran las Escrituras cristianas no
puede corresponder a la fecha en que se celebra el nacimiento, y no debemos
olvidar, por otra parte, que en ningún momento las citadas escrituras hacen
mención directa a la estación en la que ocurrió el hecho.
Más bien, todo
apunta que fue un intento, muy logrado por cierto, de incorporar las fechas
señaladas de las celebraciones pre cristianas a las tradiciones y festividades del
cristianismo, logrando así que celebraciones tan arraigadas en el pueblo
pudiesen tomar una identificación con la nueva religión, en este caso, la
celebración del solsticio de invierno, y el nacimiento de Jesús.
Lo que es cierto es
que por estas fechas, bien sea por atavismos de un paganismo latente, o por la
tradición de siglos de cristianismo, y, por qué no decirlo, por el nuevo
impulso dado por los templos del consumismo, estas fechas se han rodeado de un
halo, a veces artificial, de deseos de paz y fraternidad, tanto por parte de
los creyentes en el cristianismo, como de los no creyentes.
Un tanto imbuido
por ese ambiente, no tengo ganas de reiterarme en las críticas a las políticas
liberales, ni a los avances sociales que anuncia el Gobierno, y a sus
posteriores retrocesos, tampoco en la
situación en que se encuentra Catalunya ¡Ya habrá tiempo y fechas más
adecuadas!
Hoy me voy a permitir
hablar de la fraternidad posible entre los distintos pueblos, nacionalidades y
creencias. Abusando de la buena voluntad de los lectores, voy a narrar un hecho
esperanzador que, junto con el resto de voluntarios que nos dedicamos a enseñar
castellano a los emigrantes, vivimos el pasado martes día 18.
Hay que decir que,
a pesar de que el perfil mayoritario del alumnado es mujer, magrebí, de unos 40 años,
casada y con varios hijos, este perfil se está diluyendo ya, y, a pesar de que
aún son mayoría, cada vez hay más alumnos varones, y también se diversifican
los orígenes y las religiones de los mismos. Indios, paquistanís, laosianos,
filipinos, europeos del este, y sud saharianos comienzan a estar muy presentes
entre las nacionalidades de origen. Sijs, budistas, y cristianos (tanto
católicos, reformistas u ortodoxos) han roto la hegemonía de los islámicos.
Pues bien, a pesar
de la disparidad existente entre ellos por su origen, cultura o religión, en la
pequeña fiesta que, como todos los años, celebramos con motivo oficial del fin
trimestre, y que coincide con las vacaciones navideñas, el espíritu que imperaba
era de armonía y concordia. Nadie intentó imponer su criterio, e incluso, por
primera vez, el colectivo de voluntarios canto un villancico, que previo ensayo
in situ de los alumnos del estribillo, todos corearon con entusiasmo.
La xenofobia es
debida en gran parte al miedo a lo desconocido, y la mejor manera de
erradicarla es tratar con esos desconocidos, y ver que tienen los mismos problemas,
las mismas inquietudes, y los mismos deseos que nosotros, que pueden diferir en
algunos rasgos físicos, pero que tienen el mismo tipo de sentimiento que
nosotros.
Cierto es que hay
grupos o individuos que buscan potenciar ese miedo y esa desconfianza por
intereses propios, generalmente inconfesables, pero de ellos hablaremos en otra
ocasión
No hay comentarios:
Publicar un comentario