En primer lugar, tengo
que reconocer, cosa que no he hecho hasta hora, y me disculpo por ello, que la
postura crítica en la que me hallo es muy sencilla y cómoda, sobre todo cuando
de nuestra crítica no dependen las decisiones a tomar en temas de vital
importancia como es el de la salud.
Estoy convencido de
que a casi todos los dirigentes con poder de decisión, no sólo
españoles, hubieran preferido estar en la oposición, y no tener que afrontar
esta pandemia sin referentes actuales. He dicho casi todos por el afán de
medrar de una minoría (no tan minoría en España), que han antepuesto sus
intereses personales y/o partidistas por encima del bien común.
Desde los distintos
niveles de Gobierno no ha habido criterios unívocos, se ha actuado con el
criterio de tanteo, de ensayo y error, e, incluso, con mensajes contradictorios,
pero, afortunadamente, sin la actitud tan carpetovetónica del: “mantenerla no
enmendalla”.
Con buen criterio,
dado que, como he comentado anteriormente, no había modelos a seguir, se han
ido tomando decisiones que parecían adecuadas para la situación y el momento,
modificando las medidas cuando resultaban ineficaces o contraproducentes. El
error era y es inevitable, y la rectificación necesaria en algunos casos.
Lo grave es que los
errores se traduzcan en muertes, de ahí la necesidad de un criterio flexible
para volver atrás, y no persistir en los criterios erróneos. Ha habido muertes,
que, con los conocimientos actuales, hubieron podido ser evitables, pero la
actitud de algunos dirigentes rayan con conductas criminales, y
que generan muertes innecesarias, muertes que se quieren rentabilizar
políticamente.
A pesar de lo que
pregonan los polinecios, la única solución que se vislumbra es la inmunización
mediante la vacunación masiva. Pero esto es un horizonte bastante lejano en el
tiempo, no ya para los países del primer mundo, sino en un plano global, pues,
en tanto, no se inmunice el tercer mundo, el virus estará presente y realizando
mutaciones, como es pauta general de todos los virus, y contra estas futuras
previsibles mutaciones quizás no estaremos inmunizados.
En tanto se llegue
a una situación en la cual una inmensa mayoría esté vacunada, los dirigentes
políticos tienen que sopesar qué modelo elijen, y modelos que se resumen
en:
A)
Un
aislamiento total de las personas, con restricciones muy severas en cuanto a movilidad
y actividades personales y profesionales, vetando, por tanto, toda actividad económica
no esencial, y estás aún con ciertas restricciones.
B)
Primar
la actividad económica, asumiendo que los contagios continuarán hasta que la
vacunación universal sea una realidad.
C)
Un
compromiso entre las posiciones citadas en los puntos anteriores, donde se
minimicen los contagios, sin estrangular hasta el colapso total la economía.
Cualquiera, incluso los más acérrimos partidarios de
las posiciones extremas, dirán que esta última posición es la correcta, ya que la
en la A) la gente no moriría por la pandemia, pero terminaría muriendo de
hambre, y los trastornos psíquicos alcanzarían limites inasumibles. En tanto
que en la postura antagónica, a pesar de que, aparentemente, se salva la
situación económica, sería desproporcionado el número de enfermos, y terminarían
afectando también a la producción y al PIB como se ha visto en la América de
Trump y el Brasil de Bolsonaro.
Una vez llegados a la conclusión de que la posición
ideal es la C, falta, y eso es lo difícil, determinar dónde se encuentra el
punto de equilibrio. Hay comunidades, como por ejemplo Balears, que se han alineado
con las corrientes más restrictivas, colapsando la industria turística, y
llevando al cierre a una gran parte de la industria complementaria del turismo,
y dejando muy tocada a la hostelería. Por el contrario, en todos los ítems
sobre la pandemia, excepto en vacunación, nos encontramos entre las comunidades
con los mejores resultados del Estado.
En el caso opuesto, podemos citar a la C.A. de
Madrid, que se sitúa al frente de las comunidades más permisivas y menos
restrictivas, es donde la industria relacionada con el turismo se ve menos
afectada por la crisis, y cuya actuación cuenta con más aceptación del sector
que nos ocupa. Por el contrario, este posicionamiento lleva a que la Comunidad
se encuentre entre las peor situadas en todos los aspectos negativos de la
pandemia.
La próxima semana hablaré de, cuánta de esta
política sanitaria madrileña viene, en mi opinión, condicionada por la
celebración de los próximos comicios.
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