viernes, 25 de junio de 2021

Un país feliz (o así) 1


 

LA PREHISTORIA

Los españoles somos un pueblo políticamente afortunado, y ya no sólo por haber disfrutado del honor de que nos guiara el Glorioso Caudillo que nos acunó en su seno durante cuarenta años. Es cierto que, según algunos, cometió algunos “pecadillos”, como reprimir libertades, validar sentencias de muerte injustas, esquilmar el Patrimonio, o enriquecerse ¿Pero, qué importan esos nimios asuntos, si nos evitó entrar en la cruel II Guerra Mundial?

Es cierto que envió a una división a luchar junto a las tropas nazis, pero, posiblemente, en realidad eran españoles que querían hacer turismo y conocer Rusia; o, según algunos historiadores, seguramente envidiosos y resentidos, la causa de la “neutralidad” en el conflicto bélico fue que Hitler no consideró en principio la aportación española, y que le parecieron disparatadas las exigencias territoriales que le presentó Franco sobre las colonias de los aliados en África.

Tras constatar que nuestro feliz país actual ha podido comenzar aquí, he decidido hacer esta introducción, a pesar de que, dado el tiempo transcurrido, esto puede parecer arqueología más que historia. Proseguiré desgranando los motivos por los que continuamos siendo herederos de la “Baraka” que dicen que poseía el finado General.

Tras un periodo que muchos califican de dictadura fascista, con terribles represalias, con carencias de libertades, con leyes inicuas, y toda serie de tropelías amparadas por una legalidad bastarda, murió en una cama de hospital rodeado de médicos. Tras su fallecimiento, empieza otra fase de nuestra increíble suerte de vivir en un país feliz

LA TRANSICIÓN

En un país que, desde la más remota antigüedad, se ha caracterizado por resolver las diferencias de todo tipo con porras, piedras, hachas, navajas, y las armas que iban surgiendo con el avance de la tecnología del momento, resulta casi milagroso que unos españoles se pusieran  a hablar, y llegaran a un acuerdo sobre el paso de una dictadura a un sistema democrático, al menos, formalmente. Este milagro laico es la llamada Transición, y resultó única en el mundo. Obsérvese, por favor, que digo única, y no digo modélica. Es única ya que la desaparición del Dictador se puede loar, sus descendientes  y colaboradores conservan las riquezas adquiridas presuntamente en condiciones de legalidad dudosa, los torturadores continuaron en sus puestos y con honores, no hubo ninguna solicitud legal para los que se aprovecharon de sus cargos. Mientras tanto, hay fosas comunes sin localizar, o asesinados a los que se no les ha devuelto el reconocimiento de su inocencia. En conclusión: única sí, modélica es, cuanto menos, muy discutible. No hay que olvidar que todo el proceso se vivió bajo la atenta mirada, por no decir supervisión, de las FF.AA. que, en una parte importante, se veían a sí mismas como albaceas testamentarias del difunto sátrapa.

 

La CONSTITUCIÓN

Cómo primera providencia, y para evitar malos entendidos, soy de los que reivindico y aplaudo que la Constitución, surgida en unas Cortes elegidas en su gran mayoría por sufragio universal (en el Senado había una minoría de Senadores designados “a dedo”), llegara a un casi total consenso en su redacción y su aplicación, y que fuera votada por una amplia mayoría, con la abstención de sus más fervientes defensores actuales. Posteriormente, fue refrendada por los ciudadanos.

¿Era y es una Constitución perfecta? Era la única posible en su momento. Se incluyeron, a modo de “trágala”, algunas cuestiones a las que no hubo más remedio que aceptar si se quería salir de la ciénaga ética que representaba el franquismo.

Pienso que nadie en su sano juicio esperaba su longevidad. Estoy convencido de que todas las partes creyeron que era una solución más o menos aceptable para salir del paso, y que en un futuro próximo se modificaría, una vez que la democracia estuviera ya asentada y sin un ruado de sables y botas como telón de fondo. Sin estas circunstancias, es imposible comprender cómo se redactaron algunos artículos, y el Título VIII, que contiene verdaderos disparates políticos, e, incluso, jurídicos.

En mi opinión, fruto de esa redacción, plena de contradicciones, nace el conflicto, y los enfrentamientos entre los nacionalismos periféricos y los centralistas. Naturalmente, no basta con el hecho de  nacer, los conflictos, para poder desarrollarse, deben alimentarse, y de esta cuestión tan importante ya hay quienes se ocupan.

Y cómo cualquier serial que se precie: Continuará…



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