viernes, 9 de julio de 2021

Un país feliz (o así) 3


 

UCD

Es prácticamente imposible citar a la UCD sin mencionar, al mismo tiempo, a Adolfo Suarez ya que es difícil discernir quien hizo a quien, y separar la finalidad y los objetivos de ambos. Uno nació para darle contenido al otro, y el fin de uno marcó la desaparición del otro.

¿Quién era Adolfo Suarez? Hasta un momento determinado, un miembro de las estructuras franquistas que había desempeñado, entre otros, los cargos de Director general de RTVE, Gobernador Civil, y Jefe provincial del Movimiento de Segovia. Todo cambió para él en 1975 cuando es nombrado vicesecretario general del Movimiento, puesto que ocuparía hasta la muerte del Secretario ese mismo año al que sustituyó. El 11 de diciembre de 1975 entró en el primer gabinete de Arias Navarro, formado tras la muerte de Franco.

En julio de 1976 el rey Juan Carlos I le encargó la formación del segundo gobierno, y aquí es cuando encuentra la ocasión de desarrollar su capacidad extraordinaria, por la cual ha pasado a la Historia (con mayúsculas) por méritos propios: su increíble destreza para deshacer estructuras creadas (al menos en teoría) para perdurar en el tiempo como eran, los principios fundamentales del Movimiento, y la UCD.

Los Principios eran el cuerpo doctrinal, y las “disposiciones legales” de la dictadura que tenían instituidas para permanecer inalterables en el tiempo en un franquismo sin Franco.

Con una habilidad de “mago de teatro”, o, quizás, de “tahúr del Misisipi”, logró que los mismos que tenían que guardar las esencias franquistas votaran su auto inmolación, y todo dentro de esa “legalidad” que llevó a un proceso constituyente del que ya he hablado. Con la aprobación de la Constitución se disolvieron las Cortes, y se convocaron elecciones, las primeras libres desde la II República a las que se presentó, y que ganó al frente de la UCD.

Hasta ahora he mencionado reiteradamente a la UCD, ¿Pero qué había detrás de estas siglas? Empecemos, antes de definir su contenido, fines y pretensiones, por citar el nombre de la formación: Unión de Centro Democrático.

Pretendía ser un partido político homologable con el resto partidos existentes en los países democráticos de nuestro entorno. Sin embargo, jamás dejó de ser una amalgama de intereses personales en busca de perpetuarse en el poder, y con una escasa, dispar, y, en muchos casos, nula ideología. Su mensaje iba dirigido a esa masa amorfa, y con inculta política creada por el terror generado por los órganos de represión de la dictadura franquista. Con la prostitución sistemática del lenguaje lo denominaron Centro.

Ni que decir tiene que esa denominación hizo fortuna. De manera que, desde entonces, toda formación política que, de manera vergonzante, quiere ocultar su ideología se auto denomina como centrista, ignorando, o fingiendo ignorar, que, tanto en geometría como en política, el centro es un punto inmaterial, que carece de longitud, superficie, o volumen. Por tanto, carece de aforo para albergar a nadie.

Volviendo a la UCD, analicemos someramente la causa por las que, un ente creado para perdurar, desapareció de la vida pública en tan corto espacio de tiempo. A pesar de no haber una causa única para su voladura incontrolada, el origen hay que buscarlo en su nacimiento y composición.

Como dije anteriormente, estaba formado por un buen puñado diferente de intereses de partida, pero con un fin común: ser parte del poder. Viendo que empezaba a hundirse el terreno bajo sus pies, y/o no habían alcanzado las prerrogativas buscadas, empezaron a ponerse nerviosos, y buscaron nuevos acomodos, aprovechando que los partidos actuales no respondían, al igual que la Roma clásica, ante traiciones.

Sin embargo, pecaría contra la verdad si no citara que la gran destreza para deshacer que demostró Adolfo Suarez, la contrarrestaba con su nula capacidad para construir.

Si unimos estas circunstancias, es fácilmente explicable el final de la UCD.

Continuará…


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