viernes, 1 de julio de 2022

¿Qué está pasando?

 



Vaya por delante que soy de las personas que se saltan sin ojear, las páginas de sucesos, que filtro las noticias con dosis de violencia e incluso no veo los noticiarios televisivos a las horas de las comidas.

A pesar de todas mis precauciones no puedo evitar totalmente, que este tipo de noticias lleguen hasta mí,  más o menos atenuadas.

Las portadas de los periódicos, los avances informativos, los sueltos que se cuelan en los móviles y  toda la profusión de medios empeñados en mostrarnos los hechos más truculentos que acaecen en esta, nuestra sociedad.

Las palizas, las reyertas y la violencia en las calles están cada día más presente, desgraciadamente, entre nosotros.

Tenemos la impresión generalizada, o al menos la tengo yo, que estas situaciones ocurren a los otros, a los que practican conductas de riesgo y sobre todo que están magnificados por los intereses mediáticos para aumentar las ventas

No obstante la violencia existe. Por mucho que la intentes ignorar. Un día, un mal día, te explota, aunque sea tangencialmente, delante de tus narices, en plena cara...

El domingo por la tarde murió un joven, hijo de una persona que conozco. Su única culpa fue encontrarse en el sitio equivocado en el momento inadecuado. Al salir de su trabajo la noche de S. Juan fue a una discoteca. Salió un momento al exterior y en ese momento y sin mediar ninguna causa, según la declaración de los testigos, se le acercó un bípedo que le empujo violentamente y a raíz de ese empujón cayó al suelo. Circunstancia que aprovechó el agresor para darle una patada en el cuello y salir huyendo.

¿Qué nos pasa?, ¿Qué hace alguien sin mediar provocación ataque de forma tan violenta a un semejante? ¿Qué pasará por la mente de quién asesta un golpe necesariamente mortal?

Este tipo de hechos me llevan a reflexionar si no estaremos en un proceso de realimentación de conductas violentas y agresivas, fomentada desde los poderes públicos y en un plano mundial.

La violencia verbal, la crispación e incluso el odio que trasciende de muchas, demasiadas, intervenciones de los representantes políticos ¿No será una caja de resonancia que amplifique las malas pasiones que estamos viviendo a píe de calle y que dificulta la normal relación, entre los ciudadanos?

No podemos descartar el enfoque contrario: La violencia larvada, el odio irracional, la frustración ante un futuro incierto, la cultura de “todo nos es debido” fomenta una agresividad exacerbada en la sociedad que se transmite a la vida política, que otorga un plus a los grupos o formaciones que se alinéame con la violencia.

¿Estamos inmersos en una “moda” en la que se confunde agresividad con triunfo social? ¿O hemos entrado en un periodo de violencia como han existido en tiempos no demasiado lejanos?

Tampoco descarto el tener la sensibilidad sobre el tema muy a flor de piel, por conocer a la familia de la víctima y esté llevando a la generalización casos aislados.

El transcurrir del tiempo, situará el suceso en su magnitud exacta

 


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