Vaya por delante
que soy de las personas que se saltan sin ojear, las páginas de sucesos, que
filtro las noticias con dosis de violencia e incluso no veo los noticiarios
televisivos a las horas de las comidas.
A pesar de todas
mis precauciones no puedo evitar totalmente, que este tipo de noticias lleguen
hasta mí, más o menos atenuadas.
Las portadas de los
periódicos, los avances informativos, los sueltos que se cuelan en los móviles
y toda la profusión de medios empeñados
en mostrarnos los hechos más truculentos que acaecen en esta, nuestra sociedad.
Las palizas, las
reyertas y la violencia en las calles están cada día más presente,
desgraciadamente, entre nosotros.
Tenemos la
impresión generalizada, o al menos la tengo yo, que estas situaciones ocurren a
los otros, a los que practican conductas de riesgo y sobre todo que están magnificados
por los intereses mediáticos para aumentar las ventas
No obstante la
violencia existe. Por mucho que la intentes ignorar. Un día, un mal día, te
explota, aunque sea tangencialmente, delante de tus narices, en plena cara...
El domingo por la
tarde murió un joven, hijo de una persona que conozco. Su única culpa fue encontrarse
en el sitio equivocado en el momento inadecuado. Al salir de su trabajo la
noche de S. Juan fue a una discoteca. Salió un momento al exterior y en ese
momento y sin mediar ninguna causa, según la declaración de los testigos, se le
acercó un bípedo que le empujo violentamente y a raíz de ese empujón cayó al
suelo. Circunstancia que aprovechó el agresor para darle una patada en el
cuello y salir huyendo.
¿Qué nos pasa?,
¿Qué hace alguien sin mediar provocación ataque de forma tan violenta a un
semejante? ¿Qué pasará por la mente de quién asesta un golpe necesariamente
mortal?
Este tipo de hechos
me llevan a reflexionar si no estaremos en un proceso de realimentación de
conductas violentas y agresivas, fomentada desde los poderes públicos y en un
plano mundial.
La violencia
verbal, la crispación e incluso el odio que trasciende de muchas, demasiadas,
intervenciones de los representantes políticos ¿No será una caja de resonancia que
amplifique las malas pasiones que estamos viviendo a píe de calle y que
dificulta la normal relación, entre los ciudadanos?
No podemos descartar
el enfoque contrario: La violencia larvada, el odio irracional, la frustración
ante un futuro incierto, la cultura de “todo nos es debido” fomenta una
agresividad exacerbada en la sociedad que se transmite a la vida política, que
otorga un plus a los grupos o formaciones que se alinéame con la violencia.
¿Estamos inmersos
en una “moda” en la que se confunde agresividad con triunfo social? ¿O hemos
entrado en un periodo de violencia como han existido en tiempos no demasiado
lejanos?
Tampoco descarto el
tener la sensibilidad sobre el tema muy a flor de piel, por conocer a la
familia de la víctima y esté llevando a la generalización casos aislados.
El transcurrir del
tiempo, situará el suceso en su magnitud exacta
No hay comentarios:
Publicar un comentario