viernes, 8 de julio de 2022

Ucrania

 



Debo reconocer que uno de los oficios  que nunca hubiera podido ejercer dignamente es el de “tertuliano de debates televisivos”. Existen infinidad de materias que desconozco, o tengo muy someros conocimientos sobre ellas. Al contrario de los que ejercen dicho cometido, que poseen conocimientos enciclopédicos sobre cualquier tema que se trate, y pueden opinar dogmáticamente sea cual sea el tema del debate.

Hasta fechas muy recientes, aparte de que la ribera del Mar Caspio era un destino turístico para rusos y resto de los naturales de esa parte del mundo, por la bonanza de su climatología en contraste con la de las zonas aledañas, poco sabía de esa zona del mundo.

A raíz de un anuncio sobre un crucero turístico por sus costas, cuyo atractivo principal era que a bordo iría una orquesta sinfónica que ofrecería conciertos todas las veladas, indagué un poco, encontrando, casi exclusivamente, recetas de pollo al estilo Kiev. Entre el precio prohibitivo del viaje, y el episodio de la ocupación de la península de Crimea por parte rusa, y la tensión que originó, desistí del viaje.

Este era prácticamente mi nivel de cocimientos acerca de ese país. Salvo un par de situaciones que presentan una ligera relación con Ucrania.

Uno muy tangencial: durante unas cuantas semanas, un par de residentes o naturales del país estuvieron siguiendo este blog, y, al igual que empezaron a seguirlo, dejaron de hacerlo.

La otra fue más personal, pues tuve unos alumnos ucranianos en uno de los cursos que impartí de “Español para emigrantes”, y con uno de ellos mantengo relaciones epistolares esporádicas.

Como se puede ver, es muy poco bagaje para tomar claramente partido por esa nación. Tanto más cuando he visitado Rusia, he leído a sus clásicos, conozco su música y amo su ballet. Además, soy capaz de entender algo (muy poco) escritos en ruso.

Con estos antecedentes, y el escrito en este mismo blog de la pasada semana sobre mi postura personal con referencia a la violencia en general, a primera vista cabría esperar una ligera inclinación hacia las tesis rusas, o una tibia equidistancia. Nada más lejos de la realidad.

Si hay algo que no soporto, y que me subleva, son las actitudes chulescas de los matones de discoteca poligonera. Putin, al igual que ellos, no duda en agredir cuando se sabe en superioridad numérica o circunstancial. Utilizan armas contra los indefensos, ya sea (según el caso) cuchillos, porras o puños americanos, o misiles cañones y tanques. Todo les vale para intentar que prevalezca su tiránica vesania.

Hay una frase muy comentada y real que dice: “En una guerra, la primera víctima es la verdad”. Por esta razón, y por mis limitaciones de acceso a fuentes fidedignas y contrastadas, no sé si alguna de las cuestiones alegadas por el Dictador ruso tiene alguna base real, pero, incluso en el hipotético caso de que así fuese, el uso de la fuerza, la invasión de un Estado soberano, y, sobre todo, el ataque indiscriminado a la población civil le quita toda credibilidad y legitimidad a sus palabras y actos.

Retomando su matonismo, el problema para la humanidad es que, si se siente frustrado en su egolatría, puede recordar que tiene un bien surtido arsenal nuclear a su disposición.


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