No creo que fuese
buscada a propósito la fecha para la reunión de las feministas acusadas de un
delito contra la libertad de conciencia y la jerarquía de la Iglesia Católica
de Mallorca que se presenta como acusadora particular, solicitando una petición
pena de cuatro años de cárcel para aquellas. Pena muy superior a la que pide la
fiscalía, que es de año y medio.
Creo que todos
recordarán el episodio: En el 2014, y en plena campaña del PP y las fuerzas más
reaccionarias de la sociedad, con la Iglesia Católica a la cabeza, se debatía
la modificación de la ley de la Interrupción del embarazo presentada por, el
aquél entonces, Ministro de Justicia, Ruiz Gallardón. Dentro de este contexto,
un grupo de feministas, unas 20 personas en total, irrumpieron en la Iglesia de San Miguel de
Palma coreando consignas en contra de la modificación de la ley en vigor.
Pensaron, y creo que no les faltaba razón, que si la Iglesia podía, y de hecho
lo hacía, irrumpir en la sociedad exigiendo la derogación del derecho a abortar
(recuerden que es un derecho, no una obligación), ellas podían hacer lo mismo
dentro de una de sus sedes sociales ¿Se equivocaron? A esa respuesta, sólo una
justicia libre de cargas ideológicas podrá responder, y mientras no se
pronuncie, y aún después, todos podemos opinar.
A raíz de la
¿destitución? del Obispo que había en el momento de los hechos, y con un
Administrador en la sede episcopal de Mallorca, surge una propuesta
aparentemente conciliadora. Bueno, aparentemente conciliadora para quién lo
quiera ver así, ya que se podría tomar como un ejemplo de libro de lo que es
una coacción. Ya que la propuesta consiste en : “Si pedís perdón públicamente,
retiramos la denuncia; caso contrario seguimos adelante con nuestra acusación
particular”.
No quiero entrar,
en esa iglesia que se auto define como madre de todos, generosa y capaz de perdonar
todos los pecados; esa iglesia cuyo mantra principal es: “y perdónanos nuestras deudas así como
nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Quiero pensar que esta
institución, tan espiritual, se referirá a la tercera acepción que de la
palabra deuda como la define el D.R.A. E.
La
reunión tuvo lugar el pasado día 26 de septiembre sin llegar a un acuerdo por
la negativa de las feministas a solicitar el perdón por un hecho que consideran
incurso dentro del derecho a la libertad de expresión. Como es de suponer las
autoridades eclesiásticas siguen adelante con su petición de pena.
El
día 26 de septiembre de 1942, tres años después de acabada la guerra incivil,
en la cárcel de Ca’n Salas de la ciudad de Palma, una de las cárceles para
mujeres más duras de España (y aquí conviene
decir que las autoridades religiosas de la prisión eran las Hermanas de la
Santa Cruz, de obediencia a la iglesia, Matilde Landa Vaz, de 38 años, antigua
alumna de la Institución Libre de Enseñanza, estudiante de Ciencias Bilógicas y
dirigente del PCE, que había llegado a Palma procedente de la también cárcel
para mujeres de Ventas en Madrid, se
suicidó inducida por la terrible situación de
presión a que estaba siendo sometida por parte de las autoridades
penitenciarias y eclesiásticas de la isla para ser bautizada.
No consta que ninguna autoridad eclesiástica
haya pedido perdón por este asesinato inducido, ni por ninguna otra acción de
miembros y jerarquías de la Iglesia Católica en la que ellos calificaron de
Cruzada, ni en los años posteriores.
Sería casualidad, pero la reunión y el
suicidio coinciden en mes y día pero con 74 años de diferencia y “casualmente”
en ambos se da la coincidencia de la coacción: “Si te bautizas…”, “Si pides
perdón…”.
Publicado en El Periscopi el 30 09 2016