Hay
días que creo que no merece la pena que un primate se enderezara y se pusiese a
andar. Esta semana, está llena de ellos.
Para comprenderlo, no hay más que abrir un periódico, escuchar un informativo,
o entrar en las redes sociales.
Un
americano todopoderoso quiere incendiar el mundo, y toma una serie de
decisiones que hacen inevitable la
exaltación de los ánimos, la violencia, y, por tanto, las matanzas.
¿Tan
necesario es que el comercio de armas se
deshaga de sus stocks en una guerra?, ¿Tan seguro está de que esa guerra se
localizará en el oriente cercano?
Su
estrategia, si es que se le puede llamar así, y no llamarle los caprichos
interesados de un delirio, resulta, cuanto menos, temeraria. Agitar las
exacerbadas pasiones en este entorno puede traer consecuencias universales, y
expandirse de forma totalmente incontrolada.
No
pretendo ser imparcial o equidistante, me horroriza el terrorismo,
especialmente el indiscriminado, pero más me horroriza el terrorismo de estado.
Puedo entender el derecho a defenderse de las personas, e, incluso, haciendo un
esfuerzo mental, de un estado, pero siempre con una fuerza proporcionada. Sin
embargo, esta respuesta desproporcionada puede llevarme a tener una visión desenfocada de la situación. Es posible que esté equivocado,
pero, como siempre, reivindico mi derecho a opinar, y, por tanto, a errar en
mis juicios.
Israel
es un polvorín, con un gobierno sionista de extrema derecha, que se sabe impune
por la mala conciencia europea por su posición en el Holocausto, y por el apoyo
incondicional de los Estados Unidos, que veta todas las resoluciones de Consejo
de Seguridad de la ONU. Además, son el
pueblo elegido por Dios, y, en consecuencia, cualquier actuación es por ello
justificada.
¿Entonces,
los pueblos árabes son las víctimas de los malvados judíos? Tampoco es tan
clara la cosa. A pesar de la historia oficial de que el pueblo judío tuvo que
abandonar Israel en la diáspora, lo cierto es que siempre han habido judíos en Palestina,
que estaban allí junto a los palestinos, también que durante el periodo Nazi
fueron bastantes las familias que regresaron a su tierra ancestral. Tampoco es
menos cierto que compraron grandes extensiones de terreno a los propietarios
árabes, y que, gracias a esas compras, lograron ocupar una extensión
considerable de terreno.
Después,
las dos facciones terroristas, la árabe y la sionista, se dedicaron a asesinar
a rivales, y, de paso, a los que se encontraban por allí.
El
resto es cosa sabida: La votación del reconocimiento del Estado de Israel; las
guerras iniciadas y perdidas por los árabes, que redundaban en la ampliación de
las fronteras israelitas, desoyendo las
disposiciones de la ONU al respecto (con la inestimable colaboración de los
EEUU); y las Intifadas. A pesar de
escaramuzas, bloqueos, algunos misiles contrarrestados con incursiones, siempre
en detrimento del pueblo palestino de la franja de Gaza, la situación, aún
dentro de la conflictividad, permanecía en un equilibrio muy inestable, pero en
equilibrio. Cuando a ningún estado se le ocurrió reconocer a Jerusalén como
capital de Israel, para evitar un nuevo motivo de discordia, al Sr. Trump, no
se le ocurre otra cosa que trasladar su embajada allí, dándole reconocimiento
oficial a lo que los israelís decían en voz baja. Cualquiera que fuese capaz de
conectar dos neuronas de su cerebro sabía de antemano lo que iba a ocurrir ¿Lo
sabía Trump?
Creo
que lo que voy a decir a continuación va a resultar muy ofensivo para muchos,
pero no dejo de preguntarme ¿A algún progenitor no fanatizado se le ocurriría
llevar a sus hijos pequeños a un lugar donde se sabía que iba a haber
enfrentamientos armados? Con ello, no intento justificar, ¡ni mucho menos!, la
actuación israelí y la decisión de utilizar munición real, pero sí introducir
una reflexión en el tema de los menores muertos.
Pero las
maniobras del Presidente de los EEUU en esa parte tan conflictiva del mundo no se
reducen a este caso. Denuncia y deja sin efecto el pacto sobre temas nucleares
con Irán, que fue tan difícil de lograr, anunciando, además, sanciones económicas
a los países que incumplan sus disposiciones. ¿ A quienes? ¿A sus potenciales
aliados, los europeos? ¿Quiere tener una excusa para invadir Irán y sus campos
petrolíferos? ¿Quiere acabar con el Islam? Este desafío a la paz, aparentemente,
es contrario con su acercamiento a Corea del Norte, a no ser que quiera tener
concentrados a sus enemigos en una sola zona.
Pero también
me duele el mundo por los atentados en París, y, sobre todo, en Indonesia,
donde una familia al completo se inmola por una religión, para asesinar al
mayor número de adeptos a otra religión.
¿Quién
dijo que Dios es amor?