Si les hablara de Charles Louis de Secondat que nació en
Castillo de la Brède, 18 de enero de 1689 y murió en París, 10 de febrero de 1755, a algunos de
los lectores no le diría nada el nombre, Como mucho pensarían si he trocado mis
temas habituales a la crítica necrológica. Sin embargo si aclaro que ese
personaje es conocido como el Barón de Montesquieu, todos sabrán de qué va esta
semana el tema.
A pesar
de que su fallecimiento físico data de hace 243 años, la situación de su espíritu,
ha sufrido muchas fluctuaciones en
España en el último siglo.
Durante
la Dictadura de Primo de Rivera, estuvo sumido en un largo letargo del que salió con la proclamación
de la República. A pesar de la esperanza de su recuperación total, sufrió tantos
ataques que su salud se resintió, hasta llegar al colapso total con la
dictadura del sanguinario dictador.
Tras
un periodo de 40 años que se mantuvo ausente de la vida de los espales, con el inicio de la Transición y la aprobación
de la Constitución hubo un atisbo de recuperación de los tres poderes
independientes del Estado. Pero duró poco.
Llegó
1985,con plena y total mayoría del P(SO)E que aprovechó para modificar el
procedimiento para el nombramiento de los vocales del Consejo General del Poder
Judicial (CGPJ) y así poder someter al
órgano de gobierno de los jueces a un mayor control político. Los 12 vocales
elegibles por ellos pasan a serlo por Congreso y Senado en función de la
representación de cada grupo. Y en ese ambiente se atribuye a Alfonso Guerra la
célebre frase: “Montesquieu ha muerto” que posteriormente, el propio Sr. Guerra
dijo que nunca la pronunció. Es posible que no lo hiciese, aunque cabe la duda,
dada las extrañas lagunas mentales que padece este señor cuando habla sobre
temas relacionadas con ese periodo. Pero que la llegará a pronunciarla o no, no
es relevante, ya que realidad es que fue lo que se perpetro con ese
procedimiento. Ni que decir tiene, que el PP se opuso frontalmente, pero debió
olvidarse de la cuestión en los periodos
de mayoría absoluta que ha disfrutado en la las Cámaras posteriormente.
Pero si
hay un hecho que corrobore que el pobre Barón y su espíritu está muerto
definitivamente, al menos en España, es
último acuerdo al que han llegado los dos partidos que tradicionalmente
se han repartido la tarta de nombrar a los magistrados del Consejo General del
Poder Judicial de acuerdo con sus intereses del momento.
Hasta el
momento, se habían guardo las formas, y no olvidemos que en una democracia, las
formas son muy importantes. En ocasiones anteriores y según la Ley Orgánica la
que h referencié anteriormente, el
Presidente del CGPJ que además en función de este cargo, es a la vez el
Presidente del Tribunal Supremo, era elegido entre los propios vocales del
citado Consejo. Dada la relación de fuerzas entre los elegidos, se sabía de
antemano, la tendencia que tendría ese Presidente, pero al menos, había una votación formal.
Ahora han perdido las formas, y no han limito a elegir a los vocales, si no que
también han pactado el nombre del futuro Presidente, de forma, que habrá una
mayoría de tendencia afín al P(SO)E, pero con un Presidente a propuesta del PP.
A todo
esto ¿Qué dicen los partidos?
a)
El
P(SO)E encantado de haberse conocido y feliz por tener mayoría de progresistas.
b)
EL
PP ufano por conseguir la Presiden
c)
Podemos
dice que está en contra, pero ya ha pedido que entre los 11 jueces progresistas
cuatro estén a propuesta de ellos. Habrá que ver su reacción al no ser aceptada
su principal candidata.
d)
Ciudadanos,
es hasta ahora el más coherente, está en contra del acuerdo y dice que votará negativamente
a la propuesta. Me queda la duda si es por
coherencia política o por que no le han ofrecido parte de la tarta. Prefiero pensar
que al menos hay uno que actúa con dignidad democrática.
Cabe
destacar, que a este acuerdo, se ha llegado en unos momentos en que las
relaciones entre el P(SO)E y el PP están rotas. Creo que si llegan a estar de
“buen rollo” hubieran llegado a pactar hasta los Presidente de las Comunidades
de vecinos de toda España