En torno al 25 de noviembre siempre, y,
en especial, en un año trágico como éste, marcado por las muertes por violencia
de género en un número mucho mayor que en años anteriores, no puedo menos que hacer
mención a la lucha contra este tipo de
violencia. Incluso los poderes públicos hacen alarde de su implicación en ella,
aunque en la realidad sólo lo hagan de forma estética, ya que no dotan de forma
eficiente a los encargados de evitarla, ni los forman de manera adecuada.
A pesar de todo, algo hemos avanzado. Hoy
en día, nadie o casi nadie presume de ser machista. Todos/as somos feministas o,
al menos, nos consideramos públicamente
como adalides de la igualdad.
Esta postura, está muy bien, pero ¿Es
realidad o sólo una postura?, ¿Somos tan feministas y partidarios de la
igualdad entre géneros como nos proclamamos? Y no me refiero sólo entre los
integrantes del género masculino, en mi pregunta,también incluyo a las
componentes del género femenino.
Creo que tenemos claros los casos más
extremos de machismo: el asesinato, la violencia física, y ya un poco menos los
casos de la violencia psicológica y la económica ¿Pero termina ahí la cosa?
Yo soy de los que, desde hace tiempo,
pensaba que con estos conceptos que he enumerado anteriormente ya me podía
considerar un feminista de los de libro. Pero hace pocos años, oí por primera vez la palabra
micromachismo, término acuñado por Luis
Bonino Méndez, y al leer algunos estudios, tanto de él como de otros/as
investigadores/as, empecé a cuestionar
mi supuesto acercamiento a la igualdad y la no agresión. Tenía muy claro
mi rechazo a las grandes manifestaciones del problema, pero ¿Y a las pequeñas o
de baja intensidad? ¿Tenía en cuenta que
las cosas pequeñas podían transformarse en grandes, que pequeñas
agresiones continuadas podían erosionar
a las parejas y, sobre todo, ser una manifestación de violencia?
En
la publicación Una
aproximación empírica Victoria A. Ferrer Pérez, Esperanza Bosch Fiol, Capilla Navarro
Guzmán, M. Carmen Ramis Palmer y M. Esther García Buades de l’Universitat de
les Illes Balears explican estos micromachismos del modo siguiente: “Concretamente,
este concepto fue propuesto para referirse a aquellas conductas sutiles y
cotidianas que constituyen estrategias de control y microviolencias que atentan
contra la autonomía personal de las mujeres y que suelen ser invisibles o,
incluso, estar perfectamente legitimadas por el entorno social” (…) “Los
micromachismos, no pueden considerarse ataques graves, es más, muchos de ellos
son aceptados socialmente y se cometen tanto por hombres como por mujeres”.
Hemos avanzado mucho como sociedad, en los
temas de violencia de género, pero este avance se ve ensombrecido por las
terribles cifras de mujeres asesinadas cada año por sus parejas o ex
parejas, que muchas veces llevan
aparejadas, además, otras víctimas colaterales como pueden ser los hijos.
Si
evitamos cualquier tipo de violencia de género en nuestras actitudes, estaremos
contribuyendo con nuestro ejemplo a la educación de la infancia y de la
juventud, en la que, cada vez y por desgracia, está aflorando nuevos tipos de
actitudes machistas algunas veces aceptadas por las propias chicas y mujeres que
la sufren.
Publicado en El Periscopi el 27 11 2015
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