viernes, 27 de noviembre de 2015

Pequeñas cosas



En torno al 25 de noviembre siempre, y, en especial, en un año trágico como éste, marcado por las muertes por violencia de género en un número mucho mayor que en años anteriores, no puedo menos que hacer mención a la lucha contra este tipo  de violencia. Incluso los poderes públicos hacen alarde de su implicación en ella, aunque en la realidad sólo lo hagan de forma estética, ya que no dotan de forma eficiente a los encargados de evitarla, ni los  forman de manera adecuada.

A pesar de todo, algo hemos avanzado. Hoy en día, nadie o casi nadie presume de ser machista. Todos/as somos feministas o, al menos, nos consideramos públicamente  como adalides de la igualdad.

Esta postura, está muy bien, pero ¿Es realidad o sólo una postura?, ¿Somos tan feministas y partidarios de la igualdad entre géneros como nos proclamamos? Y no me refiero sólo entre los integrantes del género masculino, en mi pregunta,también incluyo a las componentes del género femenino.

Creo que tenemos claros los casos más extremos de machismo: el asesinato, la violencia física, y ya un poco menos los casos de la violencia psicológica y la económica ¿Pero termina ahí la cosa?

Yo soy de los que, desde hace tiempo, pensaba que con estos conceptos que he enumerado anteriormente ya me podía considerar un feminista de los de libro. Pero hace  pocos años, oí por primera vez la palabra micromachismo,  término acuñado por Luis Bonino Méndez, y al leer algunos estudios, tanto de él como de otros/as investigadores/as, empecé a cuestionar  mi supuesto acercamiento a la igualdad y la no agresión. Tenía muy claro mi rechazo a las grandes manifestaciones del problema, pero ¿Y a las pequeñas o de baja intensidad? ¿Tenía en cuenta que  las cosas pequeñas podían transformarse en grandes, que pequeñas agresiones continuadas  podían erosionar a las parejas y, sobre todo, ser una manifestación de violencia?

En la publicación  Una aproximación empírica Victoria A. Ferrer Pérez, Esperanza Bosch Fiol, Capilla Navarro Guzmán, M. Carmen Ramis Palmer y M. Esther García Buades de l’Universitat de les Illes Balears explican estos micromachismos del modo siguiente: “Concretamente, este concepto fue propuesto para referirse a aquellas conductas sutiles y cotidianas que constituyen estrategias de control y microviolencias que atentan contra la autonomía personal de las mujeres y que suelen ser invisibles o, incluso, estar perfectamente legitimadas por el entorno social” (…) “Los micromachismos, no pueden considerarse ataques graves, es más, muchos de ellos son aceptados socialmente y se cometen tanto por hombres como por mujeres”.

 

Hemos avanzado mucho como sociedad, en los temas de violencia de género, pero este avance se ve ensombrecido por las terribles cifras de mujeres asesinadas cada año por sus parejas o ex parejas,  que muchas veces llevan aparejadas, además, otras víctimas colaterales como pueden ser los hijos.

 Si evitamos cualquier tipo de violencia de género en nuestras actitudes, estaremos contribuyendo con nuestro ejemplo a la educación de la infancia y de la juventud, en la que, cada vez y por desgracia, está aflorando nuevos tipos de actitudes machistas algunas veces aceptadas por las propias chicas y mujeres que la sufren.

Publicado en El Periscopi el 27 11 2015

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