viernes, 29 de enero de 2016

Democracia prostituida


Puedo aceptar sin ningún tipo de reserva mental que alguien se considere de derechas, que tenga sentimientos conservadores, que crea  que con los postulados de la derecha la situación de un país, y por ende de sus ciudadanos, sea más beneficiosa, incluso no tengo nada que objetar contra   ese hipotético seguidor,  sea un asalariado o pertenezca a la clase media baja o directamente baja. No lo comparto, pero asumo, e incluso defiendo, que tienen tanto derecho a sentirse y a ser de derechas, como tengo yo a sentirme y ser de izquierdas.

Creo que en el párrafo anterior he dejado clara mi posición personal. Pero lo que no puedo aceptar, entender, o asumir es la corrupción moral, ética y democrática de un ciudadano que no esté directamente implicado en casos de corrupción hoy. Que, no digo hace semanas, meses o años, digo y repito: hoy, se manifieste partidario de que gobierne el PP, o que, en caso de lleguen a haber nuevas elecciones,  esté dispuesto a votar a dicho partido.

El PP podrá ser  responsable legal,  o salvarse por algún tecnicismo jurídico, podrá tener o no responsabilidad penal , o encontrar alguna vuelta al Código  que le halle no culpable. No quiero, ni puedo,  condenarlo desde un punto de vista jurídico. Pero creo que cualquiera que tenga el más mínimo  sentido de la ética, no puede menos que encontrar que su actuación en el tema de los discos duros ha sido obstrucción a la justicia. No entro en si tenía derecho legal a destruirlos. Tampoco quiero entrar, ya que lo desconozco, en si en ellos había o no datos que pudieran incriminarlos, no quiero opinar sobre si el magistrado se equivocó o no tomando medidas cautelares.

Creo  que la política, no los politiqueos,  o los juegos de trileros, debe basarse en la honestidad de las partes. No debe saltarse la ley. No se tiene que basar en él: “Yo me salto la ley, pero como mis abogados…”, o en el: “Como la Justicia tiene resquicios, los aprovecharé para mi beneficio”. Para salvarse de una condena legal, se puede, e incluso diré se debe, usar cualquier subterfugio. Nuestra legislación basada en la Lex Romana que así lo preconiza, y es posible que provenga de ella nuestra degeneración en materia de triquiñuelas, trampas, atajos legales y el “todo vale mientras no me pillen con a manos en la masa”.

Mientras los ciudadanos aceptemos que nos roben, que nos condenen a convivir con la corrupción en todos los estamentos, que para gobernar no estén la ética y  la honestidad por encima de la Ley; mientras aceptemos que un partido político pueda destruir pruebas en un proceso judicial, que ese partido pueda gobernar o tener nuestro voto; mientras aceptemos la corrupción democrática; mientras aceptemos a políticos deshonestos; mientras detengan a dirigentes políticos y su partido mire hacia otro lado; mientras los superiores directos de los involucrados, que posiblemente los han elegido, carezcan de la dignidad personal de no haber sabido elegir o controlar la dimisión de todos sus cargos; mientras los ciudadanos no nos involucremos en la regeneración de la acción política: Estamos y estaremos, con razón, sometidos a tener que soportar a la más despreciable clase política, al tiempo de ser cómplices de la situación.

Por otra parte, no olvidemos que en tiempos de degeneración democrática surgen los aventureros salva-patrias. Paro, corrupción, desigualdades  y  descontento social han sido y siguen siendo el caldo de cultivo la proliferación de extremismos incontrolables
Publicado en El Periscopi el 29 01 2016

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