¿ El Walhalla?
Vaya
por delante que siempre me he considerado republicano; que me repugna el
pensamiento de que, por un coito más o menos programado, el resultado tenga que
ser Jefe del Estado de un país; que no alcanzo a comprender cómo personas no implicadas
en este dislate puedan defender semejante discriminación.
Una vez
hecho este preámbulo, que considero necesario para aclarar posturas, pasaré a
desarrollar el tema de esta semana.
En
estos días, si nos asomamos a las redes sociales y nos aparecen opiniones de
partidarios de la consulta popular en Catalunya, y ya no digamos de los
partidarios de la independencia, nos encontramos con verdaderos panegíricos de
la Republica, como si esta, por sí sola, fuese una especie de paraíso terrenal,
donde se ubican todos los bienes, sin mezcla de mal alguno. Bueno, esto también
ocurre con una mayoría muy considerable de los que se consideran republicanos,
sea cual sea su posición con respecto al Referéndum (o conato del mismo, que ya
veremos lo que pasa). Ni que decir tiene que todos los enaltecedores del
sistema republicano se consideran progresistas, y con tendencias izquierdistas.
Todos
estos españoles (al menos quienes tienen esta nacionalidad actualmente) miran
como espejo, donde se reflejan todas las virtudes democráticas y progresistas,
a la Segunda República Española. Pero, ¿Son rigurosos en sus apreciaciones?
Es
cierto que la II República trajo una serie de reconocimientos de derechos
civiles, destacando entre todos el reconocimiento del voto femenino; también la
separación de la Iglesia y el Estado, que llevó aparejada una Ley del Divorcio,
posiblemente la más progresista del mundo en esos momentos; una gran
preocupación por la escolarización y culturización del pueblo; y el
florecimiento y reconocimiento de las artes y los artistas.
Hasta
aquí, todo parece idílico. Pero ¿Borramos los siguientes hechos? La supresión
de L’Estat Català, con la intervención del ejército al mando del General Batet;
de la Generalitat, con la correspondiente represión y la detención de su
President y del Alcalde de Barcelona. También podemos recordar la salvaje
represión a sangre y fuego de la llamada Revolución de Asturias, donde, por
cierto, un General llamado Francisco Franco, se distinguió por su crueldad en
la represión.
Pero,
salgamos de España, y hablemos de
actuaciones de gobiernos republicanos en diferentes países con respecto a los
exilados de guerra españoles. No se puede comparar a la República Francesa del
Sr. Didalier, que los trató de malhechores, al tiempo que los encerraba en
campos de concentración sin ninguna infraestructura sanitaria, e, incluso, sin
agua corriente, con la actitud de D. Lázaro Cárdenas, presidente de Méjico,
país que los recibió con los brazos abiertos.
Por
otra parte, no podemos olvidar que a Mussolini le llamó para gobernar el Rey de
Italia, pero que a Hitler le nombró Canciller el Presidente de la República de
Weimar.
Josef
Stalin, Jorge Videla, Nelson Mandela, y José Mujica han sido presidentes de las
repúblicas de sus respectivos países
¿Podemos equipararlos por sus ideas y trayectorias políticas al haber ocupado
todos ellos la Jefatura del Estado? Obviamente, no.
A modo
de despedida, me gustaría dejar una pregunta abierta para que cada uno se
respondiera a sí mismo, y sin que se enterara nadie ¿Dónde preferirías vivir en
el Reino de Suecia o en la República del Congo? Yo lo tengo muy claro, pero lo
mantendré en secreto.
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