viernes, 8 de enero de 2021

Zombilandia


 


In memorian  de Angel Serrano que se ha ido. Un gran fotografío y un mejor amigo

 Palma no se caracteriza por su deslumbrante alumbrado público precisamente. Esta circunstancia se ve agravada por la colocación de las farolas que, generalmente, son muy altas y cuya luz se pierde entre las hojas de los árboles. Contribuyen en gran medida  a paliar esta deficiencia lumínica las luces de los establecimientos.

En estos momentos, con los cierres anticipados de los establecimientos, los bares y restaurantes que cierran a las 18 h, el comercio, el que aún permanece sin echar el cierre, debiendo cesar en su actividad a las 20h,  con el consiguiente apagado de escaparates y carteles luminosos, ya que hay que evitar gastos a toda costa para poder subsistir, la cosa se complica.

Además, y por si sobraba luminosidad, la escasa iluminación navideña que se había instalado este año fue apagada por el Ajuntament de  forma sorpresiva el sábado día 2 para evitar que fuera un foco de atracción hacia el Centro, y evitar aglomeraciones siempre peligrosas, sin esperar hasta que pasase la fiesta de los  Reyes (no creo que la situación que atraviesa la Monarquía influyese en la decisión),  y mucho menos a las fiestas patronales, en las que se han suprimido todos los actos habituales, cómo venía sucediendo en los últimos años.

Todas estas circunstancias, unidas a la del toque de queda, hacen que a uno le parezca que en cualquier esquina va a aparecer Michael Jackson y su cohorte  siguiéndole los pasos, al tiempo que comienza a escucharse Thriller.

No pretendo criticar ni al Govern ni al Ajuntament, simplemente expongo una realidad, o, al menos un realidad filtrada por mi visión personal.

Es más, creo que los planes adoptados para combatir la crítica situación sanitaria originada por la pandemia son correctos. Aunque no sé el resultado que tendrán a corto plazo para la microeconomía y la viabilidad del pequeño comercio y la pequeña industria, o a medio y largo plazo para la salud mental de los ciudadanos.

Se ha bajado el índice acumulado, hemos pasado de ser la Comunidad con peores ratios a ser la penúltima, y, aparentemente, la tendencia es a una menor incidencia de contagios y fallecimientos.

A pesar de la caterva de polinecios que parecen empeñarse  en que la situación no mejore. Se está pendiente de calibrar  la incidencia de los excesos  que esa subespecie de homínidos perpetró durante el fin de año.

La vacunación va lenta, la explicación dada por el Govern, resulta pausible. No se puede perder el efecto de la primera dosis por culpa de otro problema de logística, como el que ya ocurrido, por tanto la idea de constituir una reserva, parece una decisión adecuada. Una vez constituida la citada reserva, es imprescindible acelerar el proceso de vacunación

Por otra parte, el recurso de apelar a la concienciación ciudadana solo resulta efectivo  con una parte de la ciudadanía. Otra, por desgracia, sólo se “concienciaría” con multas o sentencias judiciales. El problema es que la policía no puede, o tiene problemas de visión y no ve a la gente que no lleva mascarilla o la lleva de forma inadecuada, que va fumando al tiempo que camina y no guarda las distancias, o terrazas con las mesas adosadas unas a otras o un innumerable situaciones que propician los contagios.

Al margen de la pandemia, pero relacionado con el incivismo de ciertos individuos y el problema ocular de ciertos policías, me viene a la mente la siguiente reflexión:

Desde el primero del corriente año los vehículos de movilidad personal (bicicletas y patinetes) no pueden (legalmente)  circular por aceras o zonas peatonales.  Mi duda es ¿Quién debe controlar las probables infracciones? ¿La misma policía que debe hacer cumplir las normas de seguridad contra el COVID 19?


No hay comentarios:

Publicar un comentario