In memorian de Angel Serrano que se ha ido. Un gran fotografío y un mejor amigo
Palma no se caracteriza por su deslumbrante
alumbrado público precisamente. Esta circunstancia se ve agravada por la
colocación de las farolas que, generalmente, son muy altas y cuya luz se pierde
entre las hojas de los árboles. Contribuyen en gran medida a paliar esta deficiencia lumínica las luces
de los establecimientos.
En estos momentos, con los cierres anticipados de
los establecimientos, los bares y restaurantes que cierran a las 18 h, el
comercio, el que aún permanece sin echar el cierre, debiendo cesar en su
actividad a las 20h, con el consiguiente
apagado de escaparates y carteles luminosos, ya que hay que evitar gastos a
toda costa para poder subsistir, la cosa se complica.
Además, y por si sobraba luminosidad, la escasa
iluminación navideña que se había instalado este año fue apagada por el
Ajuntament de forma sorpresiva el sábado
día 2 para evitar que fuera un foco de atracción hacia el Centro, y evitar aglomeraciones
siempre peligrosas, sin esperar hasta que pasase la fiesta de los Reyes (no creo que la situación que atraviesa
la Monarquía influyese en la decisión), y
mucho menos a las fiestas patronales, en las que se han suprimido todos los
actos habituales, cómo venía sucediendo en los últimos años.
Todas estas circunstancias, unidas a la del toque de
queda, hacen que a uno le parezca que en cualquier esquina va a aparecer
Michael Jackson y su cohorte siguiéndole
los pasos, al tiempo que comienza a escucharse Thriller.
No pretendo criticar ni al Govern ni al Ajuntament,
simplemente expongo una realidad, o, al menos un realidad filtrada por mi
visión personal.
Es más, creo que los planes adoptados para combatir
la crítica situación sanitaria originada por la pandemia son correctos. Aunque
no sé el resultado que tendrán a corto plazo para la microeconomía y la
viabilidad del pequeño comercio y la pequeña industria, o a medio y largo plazo
para la salud mental de los ciudadanos.
Se ha bajado el índice acumulado, hemos pasado de
ser la Comunidad con peores ratios a ser la penúltima, y, aparentemente, la
tendencia es a una menor incidencia de contagios y fallecimientos.
A pesar de la caterva de polinecios que parecen
empeñarse en que la situación no mejore.
Se está pendiente de calibrar la
incidencia de los excesos que esa subespecie
de homínidos perpetró durante el fin de año.
La vacunación va lenta, la explicación dada por el
Govern, resulta pausible. No se puede perder el efecto de la primera dosis por
culpa de otro problema de logística, como el que ya ocurrido, por tanto la idea
de constituir una reserva, parece una decisión adecuada. Una vez constituida la
citada reserva, es imprescindible acelerar el proceso de vacunación
Por otra parte, el recurso de apelar a la
concienciación ciudadana solo resulta efectivo con una parte de la ciudadanía. Otra, por
desgracia, sólo se “concienciaría” con multas o sentencias judiciales. El
problema es que la policía no puede, o tiene problemas de visión y no ve a la
gente que no lleva mascarilla o la lleva de forma inadecuada, que va fumando al
tiempo que camina y no guarda las distancias, o terrazas con las mesas adosadas
unas a otras o un innumerable situaciones que propician los contagios.
Al margen de la pandemia, pero relacionado con el
incivismo de ciertos individuos y el problema ocular de ciertos policías, me
viene a la mente la siguiente reflexión:
Desde el primero del corriente año los vehículos de
movilidad personal (bicicletas y patinetes) no pueden (legalmente) circular por aceras o zonas peatonales. Mi duda es ¿Quién debe controlar las probables
infracciones? ¿La misma policía que debe hacer cumplir las normas de seguridad
contra el COVID 19?
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