Doy por
supuesto que la encuesta publicada en el diario Ultima Hora el pasado fin de
semana está hecha con todas las garantías, no está manipulada, y, por tanto, es
representativa de la opinión del pueblo de les Illes Balears. Me voy a referir
a los datos del sábado tres de junio.
La
primera lectura que hago de los resultados me produce miedo y preocupación, ya que,
según se desprende de ellos, se está pidiendo a gritos una dictadura de tipo franquista, más o menos
extrema, y eso tanto por los que se manifiestan de izquierda-centro-izquierda
como los que se proclaman de derecha-centro-derecha (aunque ligueramente más
por estos últimos).
Que el
Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil sean considerados como las
instituciones más valoradas, a pesar las prerrogativas que les otorga la
llamada ley mordaza, es síntoma de que la ciudadanía añora los tiempos en los
que la ley no era tan garantista como la actual. Cuando no se podía, al igual
ahora, fiscalizar sus actuaciones, ni se podía, ni se puede, grabar los
posibles abusos de fuerza en la represión de manifestaciones, o cuando realizan
hipotéticas actuaciones inaceptables en un estado de derecho, que deberían repugnar a cualquier demócrata. Además,
esta valoración se realiza en unos momentos en los que no ha habido atentados
terroristas en nuestro suelo, circunstancia esta que podría crear un cierto histerismo colectivo debido al terror,
lo que podría justificar un deseo de mayor seguridad y de potenciar las acciones
de la policía.
Cierto
es que los citados cuerpos de seguridad han tenido actuaciones brillantes,
especialmente, en el caso de la corrupción, pero creo que nos deberíamos hacer
una pregunta: Si tan llamativo era el enriquecimiento de algunos de los
personajes que van apareciendo en las diferentes tramas ¿Cómo es que no
actuaron antes, y si ahora en que muchos de los casos han prescrito?
Por
otro lado, está misma policía, que no las mismas personas, está siendo
investigada por la creación de una presunta policía patriótica, cuyo encaje
legal resulta cuando menos problemático.
De la
segunda institución más valorada, poco puedo y quiero decir, solo que, a pesar
de las declaraciones muy fuera de lugar de alguno de sus oficiales destacados,
de la presencia de símbolos del anterior régimen, y de algunos desajustes
institucionales, especialmente en casos de igualdad de género, y de financiación y su control, está cumpliendo
con lo estipulado en el ordenamiento jurídico. Pero ¿Esto es motivo suficiente
para su alta consideración?, ¿Está haciéndolo mucho mejor que los profesionales
de la Sanidad Pública, a pesar de los recortes económicos?, ¿O que los docentes
de la Enseñanza Pública en cualquiera de sus niveles, también objeto de grandes
recortes económicos ?, ¿No es esto un síntoma de que preferimos un sistema muy jerárquico
y fuerte a los beneficios del estado del bienestar?
Hasta
aquí he hablado de los mejor valorados, y ya da miedo por las preferencias y
valoraciones. Pasemos ahora a los resultados de los que peor consideración
tienen por parte de los ciudadanos ¿O tendría que decir súbditos?
Casualmente,
o quizás no, son las instituciones más denostadas en tiempos de la dictadura
del General Franco: los partidos políticos y los sindicatos.
No voy
a tratar de decir que ambas instituciones sean un dechado de virtudes y que
estén exentas de culpa alguna, pero creo que
sobre el tema de los partidos debería introducir algunas consideraciones
personales, ya que el tema de los sindicatos lo abordé en mi escrito publicado
el día 12 del pasado http://elperiscopi.com/pensamientos-al-filo-del-1o-de-mayo-ii/ En el tema de los partidos creo que tenemos que resaltar el gran
triunfo del franquismo sociológico en dos versiones fundamentales.
a) Se asimilado el lema - mantra
de: “La política para los políticos”. Por ello no se participa activamente en
la vida política del día a día, limitándose a votar de una forma acrítica a
“nuestros colores”, sin importar cómo han realizado su labor, si cumplen sus
promesas electorales, si son coherentes con lo que dicen defender, o sin son honrados
y honestos. Todo se limita, a la postre, a hacer “críticas de café”, pero se es
completamente incapaz de castigarlos con votos contrarios. No importan sus
actuaciones, se les vuelve a votar, o en casos muy extremos, se opta por la
abstención.
b) La otra vertiente es típica de
todas las formaciones de tipo dictatorial: se intenta no ver el delito, o,
incluso, se niega su existencia, por evidente que sea. Entonces, ante la
negación, este no existe. Basándose en el estúpido argumento de que el sistema
(partido, dictador o cualquier otro) necesita una simple apariencia de
honestidad, y que, al ser cuestionada esta, se derrumba todo, cuando la tozuda
realidad se empeña en demostrar lo contrario, es decir, que lo que fortalece a
la democracia es atajar cualquier atisbo de deshonestidad, en vez de esconderlo
bajo las alfombras.
Por encima de todo, lo que no se puede hacer
por parte de la ciudadanía es dejar abandonados a su suerte a los partidos y
sindicatos, que son nuestra representación democrática, y, sobre todo, no
premiar conductas de dudosa legalidad y nula ética, ya que, si lo hacemos, nos
encontraremos, como ya nos está pasando, con el saqueo sistemático de los
caudales públicos, pasando a bolsillos privados los deseables beneficios para
la sociedad. E indefectiblemente, esto nos llevaría sin remedio a un régimen
dictatorial, más o menos disfrazado de democracia parlamentaria. Y aquí me
surge una duda ¿No habremos llegado ya a esa situación?
Publicado en El Periscopi el 09 06 2017