Al final, como
suele ser habitual en todas las ocasiones en las que se reúnen diferentes
asistentes que no suelen verse la celebración acabó en broca. Generalmente, uno
de los asistentes se sale del tiesto, y dice lo que está pensando todo el mundo,
pero odos tienen la prudencia de callar.
Tras el fastuoso
funeral del infortunado Barón de Montesquieu, al que hice referencia la semana
pasada, todo era jolgorio y alegría en las filas del PP y el P(SO)E. Todos celebraban
lo que para ellos era un triunfo propio, y un fracaso para el partido rival.
Pero faltaba algo,
mejor dicho, alguien: el inevitable “metepatas”. En este caso, surgió, cual
cuñado de cena navideña, el portavoz del PP en el Senado, D. Ignacio Cosidó, que
escribió o reenvió, la cosa no está clara, un Whatsapp a todo su grupo
parlamentario alardeando de que, con el resultado del “mangoneo” del reparto,
podrían “controlar desde atrás” la Sala 2ª del Tribunal Supremo.
Al igual que en las
mentadas cenas navideñas, tras conocerse el contenido del mensaje, se organizó
una bronca descomunal, con acusaciones, como si ellos no hubiesen intervenido
en la indecencia del reparto por parte del P(SO)E, por haber filtrado al
público el contenido del citado mensaje
por parte del PP.
Nadie dimite. Las
únicas críticas son a las formas. No hay ninguna al fondo de la cuestión. Se
acepta con toda tranquilidad que los Órganos Supremos de la Justicia sea objeto
de un cambio de cromos entre jugadores de ventaja. Por su parte, el autor o
reenviador del mensaje hace referencia a “lenguaje equivocado” ¿Dónde está su
dignidad para asumir su responsabilidad política?
Por su parte, el
Presidente in pectore del Consejo General del Poder Judicial, D. Manuel
Marchena, ha renunciado a tan alto cargo, ya que se ha puesto en tela de juicio,
a raíz del reiteradamente citado mensaje, la independencia del Poder Judicial.
Decisión que le honra, a pesar de que es una lástima que esa decisión no la
hubiese tomado cuando se citó su nombre como Presidente, antes de conocerse los
nombres de los vocales que, teóricamente, tenían que elegirle.
A todo esto, el PP
va de virgen ofendida por la situación, creada por ellos, y rompe cualquier
posible acuerdo para volver a nombrar otros vocales, alegando que no lo hará
hasta que se derogue la vigente Ley de 1985, aprobada en un tiempo con mayoría
absoluta del P(SO)E, y que trata sobre la elección de vocales del Poder
Judicial. Claro, que se le olvidan dos puntos que tienen bastante importancia,
al menos en mi opinión:
a)
Si
no se renueva el Consejo, además de ser una anomalía democrática contraria al
espíritu constitucional, la composición de dicho consejo, que se prorroga hasta
una nueva elección, fue elegida durante la época de mayoría absoluta del PP, y tiene
una mayoría de vocales y a su Presidente de clara tendencia conservadora.
b)
Si
tan mala es la Ley Orgánica de 1985 (que lo es, como se ha podido desmostrar en
estos años), por qué no la cambiaron durante sus años de gobierno con mayoría
absoluta.