Dije, ya hace
bastante tiempo, que la ventaja de escribir en un blog propio es que se puede
elegir el tema sin tener que rendir cuentas a nadie, que no afecta la opinión de terceros en la elección, y tampoco
existe el temor a que alguien intente censurar el contenido. El peor de los
casos contemplados es que pudieses perder lectores.
Hoy es uno de esos
días en los que escribo sobre un tema local, que, posiblemente ,para muchos
resulte intranscendente, más intranscendente aún que el de otras semanas, pero
que hace brotar desde lo más hondo mi indignación y me hace preguntarme ¿Cómo
es posible que esta gente hable de respetar derechos adquiridos?
Los hechos que
motivan este escrito son los siguientes: la Policía local de Palma tenía una
sección canina especializada en la detección de sustancias estupefacientes. Creo
que llegó a disponer de hasta seis u ocho perros completamente adiestrados y
plenamente operativos.
En un momento
determinado, se decidió disolver la citada unidad canina, sin que trascendiera
el destino de los perros a ella asignados. La Policía Local tenía demasiados
problemas judiciales, y se ocultaron las vicisitudes de estos esforzados
trabajadores caninos.
En los últimos días
transcendió que los postreros componentes estaban confinados en Son Reus, a la
espera que alguien los adoptara.
Creo que debo
explicar qué es Son Reus, ya que, aunque muy conocido en Mallorca, los que no
residan aquí no sabrán cual es la realidad que encierran estas dos palabras. Para
que se pueda comprender la cuestión, paso a describirlo.
Son Reus, es una
dependencia municipal donde se custodian los perros abandonados, los perdidos
que no llevan ningún tipo de identificación, donde en algunos momentos están
hacinados, sin poder salir de las jaulas donde están recluidos, a no ser por
voluntarios que se prestan sacarles a
dar un paseo, a los que pueden y cuando pueden. Creo que queda lo
suficientemente claro qué es y cuál es la finalidad del lugar. Resumiendo: las
instalaciones donde a los perros que no son reclamados o adoptados en un
determinado lapso de tiempo se les sacrificaba, si bien ahora el
objetivo es” sacrificios cero”.
Pues en ese lugar
han estado estos perros, después de una vida dedicada al trabajo y al servicio a
la comunidad. Ahí han estado ante la indignidad de un consistorio. Ahí han
permanecido hasta que, para vergüenza de un equipo de gobierno, la opinión
pública y grupos animalistas han conseguido que, por puro electoralismo y no
por dignidad, sean reintegrados a sus antiguos caniles, y vuelvan a ser
tratados como se merecen por su dedicación a la sociedad.
Para que sea más
patente la iniquidad, hay que decir que todos tienen edades avanzadas, que dos
están enfermos de leishmaniosis, y el tercero prácticamente ciego y con
problemas graves de audición. Al reencontrarse con su antiguo hogar, los tres
han mostrado su alegría y se encontraban más restablecidos de sus dolencias.
Ya no pido que
cuando fallezcan los entierren al lado de sus compañeros humanos, como sucede
en el castillo de Edimburgo, pero sí unas condiciones dignas como pago a los
servicios prestados.
¡Y tienen el valor
(por no decir poca vergüenza) de considerarse progresistas y defensores de los
trabajadores!