Desde siempre se
han asociado frases más o menos complicadas a hechizos y sortilegios para que
se cumplieran deseos o condiciones. Se han utilizado desde: “Abracadabra”,
supuestamente cabalística, hasta las de películas infantiles como “supercalifragilisticoexpialidoso”.
El problema es que ninguna funciona, salvo en los cuentos o leyendas, por mucha
voluntad, vehemencia, o intención que se ponga al pronunciarlas, o por mucho que,
en un alarde de ingenuidad, se confié en obtener resultados.
¿Quiere decir esto
que no hay ninguna frase mágica capaz de mejorar la vida de las personas? Como
frase en sí, aunque se repita como un mantra, no la hay. Sin embargo, si
verdaderamente se cree en ella, y se lleva a la práctica el deseo, sí que
funciona, y sus resultados pueden llegar a ser espectaculares.
Eso sí, repito a
pesar de que pueda ser reiterativo: No basta con expresarla. Hay que creer en
ella, defenderla, poner los medios adecuados para que prospere, y entonces
surgen los resultados esperados.
La frase en
cuestión es: “Voluntad política”.
Un ejemplo en
positivo: Uno de los acuerdos del pacto de legislatura entre el PSOE y UP fue
subir el salario mínimo interprofesional (SMI) en tramos anuales. El primer año
hubo voluntad política de las dos formaciones, y se cumplió el acuerdo al haber
verdadera voluntad política.
Aunque la
aceptación de la voluntad política no quiere decir que se vaya a tener en un
tema para siempre. En este caso, tras la crisis producto de la COVID 19, uno de
los agentes sociales, acostumbrado a que el gran peso de las crisis económicas lo
sufran los trabajadores, se opone a la subida del SMI. Ante estas presiones,
uno de los firmantes del acuerdo ha sufrido una merma salomónica en su voluntad
política, y parece ser que se va a decantar por una subida, pero menor a la acordada
en el documento original. El resultado práctico será que ni sus socios de
gobierno ni los agentes sociales quedarán satisfechos.
Aunque pueda resultar
anecdótico, resulta muy significativo que, con frecuencia, se juzga, incluso
por los medios, el grado de eficiencia de una legislatura por el número de
leyes aprobadas, y no por la posibilidad de aplicarlas.
Ejemplos de leyes
para quedar bien de cara a “la galería” son las promulgadas en relación con servicios
sociales básicos, como la sanidad o la educación, al tiempo que se alardea de
una drástica rebaja en los impuestos. Esto podría resultar creíble (en parte)
si los responsables políticos se recortaran significativamente sus emolumentos,
limitaran el número de asesores, al tiempo que estos no recibieran estipendios
de goleador de un equipo de futbol puntero, y, por supuesto, si desmontaran los
incontables chiringuitos políticos.
Dado el cuantioso
número de leyes que cuando se promulgaron parece que confiaron en su
cumplimiento a partir de la fórmula del “abracadabra”, en vez de poner en
marcha la voluntad política de cumplirlas, no sería mala idea hacer un repaso más exhaustivo al
respecto, pero eso será en una próxima semana.