Resulta una triste
realidad que en este país no se premia el esfuerzo, el cumplimiento de las
obligaciones, ni, incluso en el ámbito personal, la satisfacción por el
cumplimiento del deber, y por el trabajo bien hecho.
Vivimos en un mal
remedo de las novelas de picaresca, donde triunfa el “listillo”, el vivales, y
el “todo vale si no me descubren.
Al decir mal
remedo, me refiero a los nuevos pícaros, a los fallidos émulos de Rinconete y Cortadillo,
o del inmortal Lázaro de Tormes. Ellos, a pesar de no mostrar una conducta
ejemplarizante, al menos tenían ingenio, y respuestas rápidas y agudas para
intentar salir del apuro cuando eran sorprendidos. Estos son tan romos de mente
que no saben salir del: “yo no sabía”, “yo creía”, “no lo hice de mala fe”, o
el más manido de “yo no quería, pero para que se tirara”.
Estas puerilidades
no las dicen párvulos, las dicen personas con cargos importantes en la sociedad.
Son Consejeros de Gobiernos autonómicos, Alcaldes, Concejales, Gerentes de
hospitales, Altos cargos de la milicia, y, para que la lista esté completa, no
podía faltar la Iglesia Católica, con sus Gerifaltes los Obispos de Mallorca,
Tenerife y Córdoba.
Todos, sin
excepción, se han aprovechado de sus cargos en beneficio propio (¿No tendría
que decir algo la Fiscalía del Estado?). Todos, sin excepción, han intentado
justificar lo injustificable. Todos, sin excepción, han sido tan mezquinos que
consienten que trabajadores de primera línea en la lucha contra la pandemia aún
no hayan sido vacunados con tal de salvar sus miserables vidas.
¿Dónde está su mirar
por el bien de los administrados?, ¿Dónde está el Honor tan cacareado?, ¿Dónde
está su amor al prójimo?
Muy pocos han
dimitido, y los que así lo han hecho no ha sido por el convencimiento de
haberlo hecho mal, han dimitido, según sus propias manifestaciones, “ante el
revuelo mediático que el acto ha causado”. Es decir, que ni están arrepentidos
de su acción, ni por el convencimiento de haberlo hecho mal. Lo han hecho porque
les han cazado en su fechoría.
¿Qué han hecho los
partidos con esa gente? Poco o nada. Han suspendido de militancia a algunos
alcaldes, suspensión que no ha llevado, como se hubiera hecho en cualquier país
normal, a destituirles fulminantemente. El voto de censura está para algo. Han
forzado un par de dimisiones, y a esperar que escampe.
Pero no en todos
los casos. El Secretario general y el Portavoz nacional de un partido están ejerciendo
como “mamporreros”, justificando el caso del JEME, e, incluso, preconizando que
se extienda a todos los altos cargos del ejército, e, incluso, al Gobierno el
escalar a los primeros lugares para vacunase
Quizás la excusa
más indignante, por lo contrario a aquello que preconiza del amor al prójimo y de
servir de guía espiritual a la humanidad,
es la del Obispo de Mallorca. Dice que el Papa ha recomendado que todos
se vacunen, pero se le olvidó decir que el Papa en ningún momento preconizó que
se saltara las normas establecidas, y menos que se las saltara de forma dolosa
y sin ningún tipo de vergüenza. También alega que tiene 73 años y es persona de
riesgo, obviando que los sanitarios que están trabajando con las personas que
están infectadas están en mayor situación de riesgo que él, e, incluso, que esa
situación de riesgo es mayor entre los mayores de 80 años. Debería recordar
aquello de: “Dar al Cesar lo que es del Cesar…”, en vez de: “la caridad bien
entendida comienza por uno mismo”. Por muy Príncipe de la Iglesia que sea, está
obligado a respetar las disposiciones legales, y no portarse como un “espabilao”
si quiere que se le respete. Esta diatriba no es por mi condición de no
creyente, y no creo que toda Jerarquía Eclesiástica sea igual. El Cardenal de
Barcelona se ha posicionado en contra de este tipo de conductas que minan la
credibilidad de la institución. Estoy convencido que el fallecido ex Obispo de
Mallorca, D. Teodoro Úbeda, jamás hubiera actuado así. No es cuestión de cargos,
sino de la calidad personal y de su ética.
En conclusión, la
tradicional picaresca de siempre, pero ramplona y soez.